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Lo que la ciencia nos dice sobre por qué tenemos alergias

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Hoy, tengo que confesaros algo: soy un corrupto. Sí, yo. Aquí donde me veis, tan mono y tan bueno, una vez falsifiqué un documento público. Era un certificado médico, tenía 14 años y, tras pasar toda la noche practicando la letra del médico, escribí "alérgico a los plátanos". Porque no, no soporto los plátanos. Nada, rien, nanai de la China. Y, en mi joven inocencia, pensé que era la forma más sencilla de quitármelos de encima.

No fui precisamente original y no, no estoy especialmente orgulloso de ello. Al fin y al cabo, las pobres alergias son una de las cosas que más odio acumulan. Y es que las alergias son los inspectores de hacienda de la naturaleza, molestos pero imprescindibles. Veamos por qué.

Las alergias, un viejo amigo

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Cuentan que Namer, el primer faraón de Egipto, el gobernante más poderoso de su tiempo, murió por la picadura de una avispa. Otros, como Julio Africano, cuentan que lo desmembró un hipopótamo pero hoy nos quedaremos con la primera opción (y dejaremos la segunda para cuando haga la crítica de la próxima de Tarantino).

Por las mismas fechas, los médicos chinos habían identificado una planta que florecía en otoño y provocaba fiebre y sangrado de nariz. Es decir, las alergias ha estado con nosotros desde el principio de los tiempos. Aún así, no lo sabíamos.

Tenemos constancia de muertes por reacciones alérgicas desde el año 3000 a.C.

Identificar el mecanismo de las reacciones alérgicas era muy difícil. Los seres humanos estábamos acostumbrados a tratar con venenos, tóxicos y cosas así. Cosas que eran identificables y que producían síntomas identificables. No es el caso de las alergias.

En los primeros años del siglo XX, Clemens von Pirquet se dio cuenta de que las personas que habían sido 'vacunadas' con antisuero o con viruela, tenían reacciones mucho más severas la segunda vez que se vacunaban. Acabábamos de descubrir el mecanismo básico de las alergias.

En 1907, utilizando una reacción alérgica (una respuesta de las céluas T), Charles Mantoux creó el mantoux una 'prueba diagnóstica' de la tuberculosis que se sigue usando (¡y de qué manera!) hoy en día.

¿Pero qué son exactamente las alergias?

sistema inmune

En esencia, las alergias son un caso de libro de brutalidad policial. Todos los seres vivos tienen 'sistemas inmunitarios' que les ayudan a hacer frente a la amenaza que suponen los patógenos, los tóxicos y, en general, la vida.

Algunos seres vivos, de hecho, tenemos dos: el sistema inmunitario innato (que es inespecífico y viene de fábrica) y el sistema inmunitario adaptativo que es capaz de reconocer y recordar patógenos específicos (y generar respuestas cada vez que el patógeno reaparece).

Las alergias son un 'efecto secundario' de nuestro sistema inmune: lo que nos defiende, a veces se vuelve en nuestra contra.

El sistema inmunitario adaptativo ha sido clave para que los vertebrados hayan tenido éxito evolutivo porque les ha permitido adaptarse a las nuevas amenazas que iban surgiendo. Pero es un sistema tan complejo (imaginad lo que debe ser identificar y recordar cada una de las amenazas con las que nos cruzamos en el día a día) que a veces falla, se desorienta, se equivoca.

Hay muchas substancias que no son peligrosas per se para los seres humanos; pero, por h o por b, son identificadas como tóxicas por algunos sistemas inmunológicos. En estos casos se inicia una reacción alérgica (mayor o menor) que intenta defendernos de esa amenaza. Eso es una alergia.

¿Son malas las alergias?

Son molestas, de eso no hay duda. Pero como sabemos no todo lo molesto tiene que ser necesariamente malo (que se lo digan a los seguidores de Kayne West). En general, como hemos explicado, las alergias son un "efecto secundario" de la acción de nuestro sistema inmune. Por eso, podemos hacer poco más. No podemos vivir inmunodeprimidos, así que hay que encontrar fármacos que afecten a nuestras reacciones inmunes pero lo justo. Si lo afectan poco, seguiremos teniendo los síntomas de las alergias; si lo afecta mucho, nos estaríamos enfrentando a un mondo lleno de bichos chungos con las manos atadas a la espalda.

Los antihistamínicos que tomamos cumplen esa función: dificultan el trabajo de la histamina que está involucrada en las respuestas inmunes locales. Y al neutralizar la histamina, aunque nuestro sistema inmune localiza la amenaza no puede coordinar una respuesta a nivel local y la alergia desaparece o se ve muy disminuida.

No obstante, algunos inmunólogos (como Ruslan Medzhitov, profesor de Yale y descubridor del mecanismo con el que se relacionan ambos sistemas inmunes) sugieren que hay que tener cuidado. Es muy difícil separar una reacción alérgica producida por un componente seguro (el polen de gramínea) de la producida por un componente tóxico. Esto hace que, como posibilidad teórica, algunas cosas que detectamos como fallos del sistema sean en realidad respuestas acertadas e intencionadas. Como dice Medzhitov, “Es lo mismo que el dolor: no sentir dolor es mortal, sentir un dolor normal es bueno, sentir demasiado dolor es malo”. Hemos de aprender a vivir con las alergias porque, en algún momento, nos pueden salvar la vida.


La masturbación es mucho mejor de lo que nos habían contado: ciencia e historia del amor propio

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Cuando comencé este post, no tenía muy claro qué iba a ser de él. En un principio, se llamaba "Lo que la ciencia nos dice sobre los beneficios de la masturbación" pero nunca me han gustado este tipo de artículos. Forman parte de la serie "lo que nos dice la ciencia sobre los beneficios sobre respirar" y "Comer es bueno para la salud, según la ciencia".

Pero eso son artículos de otra época. Las masturbación es un ejemplo de libro de cómo la moralidad ha convertido algo natural, sano y positivo en una aberración. En el último siglo, la masturbación ha hecho un viaje extraordinario desde ser algo vergonzoso y estigmatizado a convertirse en una pieza clave para la salud sexual y reproductiva. Así que hablemos de masturbación en serio y no nos hagamos pajas mentales.

Lo que dice la ciencia de la masturbación

Masters Of Sex

Durante siglos, la masturbación ha sido un fenómeno escondido y poco estudiado. Fue a principios del siglo XX cuando médicos como Havelock Ellis iniciaron el estudio científico de la sexualidad humana y, poco a poco, la verdad de estas prácticas salió a la luz. Y esa verdad es, sencillamente, que la masturbación tiene numerosos beneficios.

Haciendo un repaso breve podemos ver que gracias a la liberación de dopamina que produce puede actuar como analgésico y paliar dolores de cabeza o, como explica el doctor Mariano Rosselló, dolores premenstruales. Además previene el cáncer de próstata o la dismenorrea (dolor menstrual) y contribuye a la producción de Inmunoglobulina A, un anticuerpo que actúa como defensa inicial frente a virus y bacterias.

La masturbación tiene grandes beneficios y es clave para conseguir una educación sexual sana y madura

El orgasmo y la excitación liberan serotonina y (en el caso de los hombres) prolactina. Eso hace que un buen uso de la masturbación nos ayude a dormir. También, gracias a la liberación de oxitocina, nos hace más sociables, más sexies, más pasionales y más enérgicos.

Algunos sexólogos la relacionan con el aumento de la autoestima y la disminución de los síntomas de la depresión, pero lo datos no son concluyentes. Y en muchos casos, los datos muestran que el orgasmo tiene un papel clave en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Claro, que por esta regla de tres, hacerse el láser también. Además, y esto no os lo vais a creer, puede ayudar con hasta con el hipo.

El gran secreto de la masturbación

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Una vez aquí, y sin quererlo, nos damos de bruces con el gran secreto de la masturbación: que tiene exactamente los mismos beneficios y perjuicios que el sexo. Calcados. Dos gotas de agua.

Efectivamente puede causar problemas, sobre todo durante el desarrollo. Pero como en la alimentación, la educación es la clave. Los niños deben desarrollar una sexualidad sana, de la misma forma que deben desarrollar unos hábitos alimenticios sanos. Por lo demás, fuera de esos problemas (que en algunos casos pueden generar trastornos serios) no hay nada en la amplia literatura científica de la que disponemos que nos haga pensar que la masturbación es algo distinto a la alimentación, la higiene o el sexo.

¿Por qué la masturbación, aún hoy, está mal vista?

Ante esto, la pregunta más evidente es: ¿Por qué la masturbación está, aún hoy, tan mal vista? Es más, ¿Por qué hacemos es separación tan estricta de dos fenómenos que están más relacionados de lo que pensamos? Y la explicación, por sorprendente que parezca, está íntimamente ligada a la monogamia.

La privatización del placer sexual

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En algún momento de la historia, coincidiendo con la invención de la agricultura y la ganadería, los seres humanos inventamos la monogamia. No, la monogamia no es el estado 'natural' de la humanidad (signifique lo que signifique eso de 'natural'), los estudios de sociedades primitivas muestran que lo habitual era que una camarilla relativamente pequeña de hombres 'monopolizaran' a todas las mujeres de la tribu.

De repente, no obstante, pasó algo. La monogamia impuesta (es decir, el vínculo sexual exclusivo con una sola pareja) vino, vio y venció. Tal fue su éxito que en los documentos antiguos aparece como algo esencial. En la mayor parte de cuerpos legales tradicionales el adulterio está severamente penado (solo hay que mirar la Torá o la Sharia para ver ejemplos de esto).

La aplicación de métodos coercitivos (legales y morales) contra el adulterio es una constante en la Historia

En el año 18 antes de Cristo, el emperador Augusto promulgó la Lex Iulia de adulteriis que no sólo tipificó el adulterio cometido por una mujer casada como una ofensa criminal muy grave, sino que obligaba al marido a denunciarlo públicamente una vez que sabía de la infidelidad.

Con esto quiero decir que la aplicación de métodos coercitivos, ya sean morales o legales, al adulterio es una constante a lo largo de la historia. No sabemos muy bien porqué, la verdad. Hace unos meses, un grupo de investigación germano-canadiense publicaron un artículo en Nature en el que explicaban que las enfermedades de transmisión sexual tuvieron un papel fundamental en el surgimiento de la monogamia.

Según su teoría, la agricultura primitiva permitió que por primera vez existieran comunidades de más de 300 personas y además creó el caldo de cultivo perfecto para que enfermedades como la gonorrea o la sífilis se hicieran endémicas. Ante estas circunstancias, las prácticas tradicionales (no monogámicas) perjudicaban a los que tenían muchas relaciones. Es una teoría. Sea como sea, la monogamia triunfó y configuró buena parte del mundo social que hoy conocemos.

La masturbación como hecho revolucionario.

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Lo que se ha estudiado menos es la fina relación entre la monogamia y la mala imagen de la masturbación. Lo que sabemos sobre la masturbación en el mundo antiguo es escaso y contradictorio. Marcial lo consideraba una forma inferior de placer sexual reservada a los esclavos. Los griegos, pese a la creencia común, tampoco debían de verlo demasiado bien si tenemos en cuenta que Diógenes el Perro, el gran infant terrible de la antiguedad, se masturbaba en público (y adjudicaba la invención de esta a Hermes). Por otro lado, en Egipto encontramos un dios, Atum, que creó el mundo masturbándose y de cuya eyaculación surgió el Nilo.

Donde podemos ver esta relación más clara es el siglo 18. En 1716, Baltasar Bekker, un teólogo holandés, utilizó por primera vez 'onanismo' para referirse a la masturbación. El término (de inspiración bíblica) no es nada preciso porque lo que hacía Onán, en el génesis, no era masturbación sino coitus interruptus. No obstante, no es una casualidad, en la teología cristiana empezaba a aparecer la idea clave de que tan malo era el adulterio como la masturbación porque ambas surgían de una interpretación egoísta de la sexualidad.

El rechazo a la masturbación adquiere su forma actual en el contexto de los cambios sociales que produjeron la Ilustración

Aunque no era solo una cuestión religiosa. Los registros sugieren que el rechazo a la masturbación adquiere su forma actual en el contexto de los cambios sociales que produjeron la Ilustración. Holbach, uno de los pensadores de la ilustración más radical, decía que "las naciones decadentes se llenan de soleros".

Luego llegó la medicina. A veces olvidamos que la medicina es una disciplina normativa. No estudia la vida en sí misma, sino que resuelve problemas. Atendiendo a una determinada concepción de la vida vida buena cada vez más naturalizada, eso sí. Esto explica tanto la inclusión como la exclusión de la homosexualidad en el catálogo de enfermedades psiquiátricas. La relación entre medicina y moral nunca son del todo explícitos. Pero veinte o treinta años después del libro del panfleto de Bekker, Robert James escribió una monografía médica en la que explicaba que la masturbación "producía los más deplorables e incurables trastornos". Ya teníamos todas las mimbres. En años sucesivos Tissot, Rush, White o Kellogg reforzaron a lo largo de las siguientes décadas la idea de que la masturbación era la causa de grandes trastornos.

El objetivo era confinar las experiencias sexuales en el ámbito de la pareja penando el adulterio y rechazando la masturbación

En cierta forma, como en una reedición de la tragedia de los comunes, la monogamia impuesta privatiza las claves y mecanismos del placer sexual y se lo da a una sola persona: el objetivo era confinar las experiencias sexuales en el ámbito de la pareja penando el adulterio y rechazando la masturbación.

Todo aquello que va contra de esa privatización era corrosivo para la estructura social de los últimos tres siglos. Masturbarse se convertía así en un acto revolucionario. Y, aunque los primeros estudios serios sobre la sexualidad son de la primera mitad de siglo XX, hizo falta una revolución sexual y una reivindicación nítida de que lo personal es político para que el estigma masturbatorio desapareciera. O empezara a desaparecer.

¿Puede realmente un videojuego ayudarte a superar una depresión?

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Llevamos muchos años diciendo que los juegos pueden ser herramientas muy potentes e incluso revolucionarias. Pero lo decimos como si fuera un trámite obligado, sin creérnoslo del todo y, por supuesto, sin apostar por ellos.

¿Pero qué pasaría si de repente un videojuego fuera lo mejor que le ha pasado a miles de personas con depresión, ansiedad o distintos tipos de fobias? ¿Qué pasaría si ya estuviera pasando eso? Es hora de enterrar para siempre aquello de que los videojuegos son cosa de niños, adolescentes y frikis, Pokemon Go no sólo está siendo un fenómeno social, sino que puede ser lo que nos hacía falta para cambiar todo lo que hacemos en salud mental.

"Está haciendo más por mí que cualquier cosa que me hay recetado mi psiquiatra"

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Ari es usuaria de Tumblr y tiene 18 años. Vive en Orlando, Florida y desde hace tiempo arrastra problemas de depresión y ansiedad, dos condiciones que usualmente funcionan como vasos comunicantes. En los últimos tres años, se ha convertido en una especialista en evitar salir de casa más que lo estrictamente necesario.

Pero "tan pronto como conseguí Pokemon Go fui capaz de salir de casa y caminar fuera durante horas. Y de repente sentí que disfrutaba", explicaba a BuzzFeed.

No es un caso aislado. Desde el lanzamiento de Pokémon Go están surgiendo distintos testimonios de personas explicando que el juego, inesperadamente, les ha ayudado con su salud mental.

Cosas como "#PokemonGO va a hacer maravillas por mi salud mental dándome una razón para que salga a la calle por fin", "Hace poco pasé unos momentos malos pero hoy he pillado Pokemon Go, he pasado el día explorando y ha sido genial" y mucho más.

¿Y sabéis qué? Tiene todo el sentido del mundo.

¿Qué es Pokémon Go?

Pokemon Go

Antes que nada, Pokemon Go es un juego. Un juego que se basa en realidad aumentada y geolocalización para convertir nuestro barrio en un terreno de juego. En él, paseando por el vecindario, podemos encontrar pokemons que cazar y localizar a otros jugadores con los que poder jugar.

Ha sido un bombazo. Pero un bombazo absoluto. Durante estos días, las búsquedas relacionadas con el juego han superado a cualquier otro tipo de búsquedas y Nintendo se ha disparado en la bolsa. Pero, además de la locura que se ha despertado, una de las cosas más interesantes es esto que comentábamos, que de forma inesperada el juego está ayudando a muchas personas a salir de sus casas y vencer sus ansiedades sociales, sus fobias y sus depresiones.

Unos monstruos llamados depresión y ansiedad

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Uno de los tratamientos más eficaces contra los trastornos emocionales en general (una categoría que incluye cosas como la depresión, la agorafobia o la ansiedad) es la 'activación conductual'. Se basa en una premisa tan sencilla como revolucionaria: más allá de cómo se generen los trastornos, una de sus características más importantes es que (ya sea mediante la inactividad o la evitación) nos alejan progresivamente de las cosas que nos gustan y nos hacen estar bien.

En el fondo, estos trastornos son 'estados' que impiden a las emociones adaptarse a la realidad. Y en esa desorientación emocional, los mismos esfuerzos que realizamos para evitar la tristeza, el miedo y el malestar son los que nos impiden relacionarnos con cosas que nos producen felicidad, seguridad y gozo.

Por tanto, una de las claves fundamentales para superar este tipo de problemas es conseguir que nuestra vida deje de estar controlada por nuestro estado de ánimo y que empiece a estar controlada por nuestros objetivos y planes. Es más fácil decirlo que hacerlo, claro. Los trastornos emocionales nos atrapan y funcionan como cárceles en potencia. No basta con decirle a alguien con depresión que se mueva, no basta con sugerir a una persona con ansiedad que se tranquilice.

El mundo, aunque a veces se nos olvide, está lleno de cosas maravillosas (cosas que los psicólogos llamamos 'intrínsecamente gratificantes') y que nos ayudan a soportar las cosas malas de la vida. El jamón serrano, por ejemplo. Los trastornos emocionales al hacernos huir y encerrarnos para no enfrentarnos a las cosas malas, nos impiden disfrutar de las buenas.

Por eso, Pokemon Go es algo tan rematadamente genial. En su propia lógica, obliga a los usuarios a salir, a buscar las cosas buenas y a suspender, por un momento, los miedos y ansiedades que los tienen lejos del mundo.

Un juego para cambiarnos la vida

Pokemongo El éxito de la aplicación está haciendo que muchos la usen incluso en el paritorio. Increíble. Fuente: Imgur

La gamificación, esa idea de aplicar principios e ideas de los juegos a cosas 'serias', lleva años entre nosotros. No creo que haya mucha gente que niegue que es un enfoque muy interesante que permite crear sistemas de incentivos con relativa facilidad. Pero seamos sinceros, la dura realidad es que diseñar incentivos (o reforzadores, como los llamamos los psicólogos) es algo tela de complejo.

Las personas que se han dedicado a crear apps para la depresión y la ansiedad ya lo saben. También saben que la inmensa mayoría han sido un completo fracaso. Y lo han sido porque, como ocurre a veces en el sexo, uno se obsesiona tanto con el orgasmo que se olvida de disfrutar del resto de las cosas que ocurren en la cama.

Si nos centramos en ser demasiado serios, el juego sencillamente no funciona. Se convierte en otra losa insufrible más y pierde todo su sentido. Llevamos bastantes años pensado que los juegos podían ser herramientas potentísimas para educar, sanar y cuidar a las personas. Y lo son. Pokemon Go nos lo está dejando claro. Pero no debemos olvidar que para eso deben de emocionarnos, engancharnos y fascinarnos: deben ser juegos de verdad y no meras excusas.

En Magnet | La depresión en primera persona En Xataka | Con depresión y conectado: qué hacemos en Internet cuando lo vemos todo negro

Lo que la ciencia dice sobre los ejercicios para "poner en forma nuestro cerebro"

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A veces parece que todo el mundo quiere ser más inteligente. Es normal, los científicos que estudian la inteligencia nos dicen que es el mejor predictor de éxito que tenemos: predice las calificaciones escolares, el puesto de trabajo, el nivel socioeconómico, la belleza de nuestra pareja, etc. Es algo, como vemos, tremendamente jugoso. Sobre todo, si viene empaquetada en una cómodo app como hacen Lumosity, Cogmed o BrainHQ.

Qué pena que no sirva para nada. Porque, y prometo que voy a tratar de ser lo más suave, prudente y conciliador posible, todo apunta a que la industria del 'entrenamiento cerebral' (una industria de más de mil millones de dólares) es un inmenso y colosal bluff.

Tampoco pido tanto

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No quería hablar de Fausto, pero no me va a quedar más remedio. Igual no lo conocéis. Fausto hubiera sido nuestro Michael Jordan, nuestro Albert Einstein o nuestro Justin Bieber. Un tipo genial, brillante y que saludaba en el ascensor. Un diez. Podéis pensar en la persona más inteligente que conozcáis, alguien que con doce años sea capaz de recitar el Ulises de Joyce de memoria, alguien que resuelva las ecuaciones de la teoría de cuerdas como si fueran sudokus. Da igual. Imaginadla bien.

Porque quiero que cuando os diga que Fausto lo haría parecer un niño idiota, lo entendáis literalmente. Fausto no es que estuviera dotado, es que era el don mismo. Todo lo que hacía: física cuántica, danza, lenguas semíticas muertas, todo. Todo le salía a él de manera natural, como a nosotros respirar.

Durante buena parte de su vida, su único objetivo era saber más; saber mejor; conocer más profundamente los misterios de la realidad y el universo. Pero no era fácil. De hecho, era tan difícil que, como Isaac Newton, primero estudió toda la ciencia de su época y, después, se volvió a la magia, la alquimia y las naves del misterio. Y viendo que nada funcionaba, que nada colmaba su hambre, se molestó un poco. Casi se desesperó. Hasta que alguien le ofreció un pacto. Llámalo Mefistófeles, llámalo 'brain training'. Un pacto con en el que, y tampoco quiero hacer spoilers, solo podía salir perdiendo.

El diablo se escribe con g

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Estoy convencido de que, si Goethe volviera a escribir Fausto, Mefistófeles (uno de los entrenadores de pokémons de Lucifer) sería visitador médico. Y lo que le vendería a Fausto sería una terapia génica revolucionaria que lo haría un superhombre tan alucinante que dejaría el sueño de Nietzche a la altura del betún.

Eso sí, el libro sería igual de polémico porque, al fin y al cabo, la inteligencia es algo tremendamente polémico. Mucho. Y su heredabilidad aún más. Por alguna extraña razón nos parece razonable decir que alguien es buen deportista porque tiene una buena genética, pero en cambio es poco razonable afirmar que alguien es inteligente porque le viene de familia.

La inteligencia es uno de los descubrimientos más sólidos y más polémicos de la ciencia

Da igual que la inteligencia (el factor g) sea uno de los descubrimientos científicos más sólidos de la historia. Da igual que sepamos, negro sobre blanco, que esa misma inteligencia tiene una heredabilidad altísima. Da igual que expliquemos que eso no tiene una lectura sociopolítica unívoca porque, en fin, la ciencia no va de valores sino de hechos. Da igual todo eso. Si alguien habla de la inteligencia en voz alta: las cejas se arquean. Es una ley universal al mismo nivel que la de Godwin o la de Murphy.

Sin embargo, pese a todas las susceptibilidades, parece que hay muchas personas que quieren ser más inteligentes. O lo que es lo mismo, hay un mercado muy importante (a.k.a. mucho dinero) de clientes que quieren mejorar sus capacidad cognitivas básicas (y no tan básicas).

¿Es eso posible?

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Por lo que sabemos hasta ahora, no. No existe evidencia científica sólida que diga que el 'entrenamiento mental' sirva para algo. En 2013, el New Yorker publicó una pieza en la que ya se avisaba que todo esto era una pantomima. El 20 de octubre de 2014, 75 científicos coordinados por la Universidad de Stanford y el Instituto Max Plank para el Desarrollo Humano publicaron una declaración que resumía el consenso científico sobre la industria del entrenamiento mental.

La literatura científica no apoya que el entrenamiento mental mejore el rendimiento cognitivo o prevenga la enfermedad cerebral

El texto de la declaración era, por sí mismo, bastante claro. Decía que "la literatura científica no apoya las afirmaciones de que el uso de software basado en juegos mentales altere el funcionamiento neuronal de forma que mejoren el rendimiento cognitivo general en la vida cotidiana (o impidan el enlentecimiento cognitivo o la enfermedad cerebral)".

No obstante, algunos estudios afirmaban que se producían mejoras en la inteligencia fluida y varios metaanálisis confirmaban que esas mejoras existían. ¿Cómo es posible? Fundamentalmente por problemas metodológicos; derivados de extender cheques científicos que a día de hoy no pueden pagar. Tan poca confianza hay en estos estudios que muchas listas de experimentos a repetir los sitúan en cabeza. Y cuando se intentan replicar no se consigue (ni a la tercera).

La más que dudosa industria del entrenamiento mental

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Por ser indulgentes. La industria ha estado relacionada con numerosos y turbios problemas desde hace años. Problemas que van desde la mala ciencia a la publicidad engañosa.

A principios de año, Lumosity (una de las empresas de referencia en el sector) acordó pagar 2 millones de dólares por publicidad engañosa. Según la Comisión Federal de Comercio de EEUU, Lumosity (y por extensión muchas de estas empresas) se aprovechó del miedo al deterioro cognitivo para vender un producto que sencillamente no funcionaba.

Y, con mayor o menor cuidado, ese ha sido el modus operandi de las grandes empresas de entrenamiento mental: explotar el miedo. El miedo a no ser lo suficientemente bueno, a no conseguir nuestros sueños. El miedo a que la edad acabe por rompernos, a que en el horizonte de la vejez dejemos de ser lo que somos. Pero el miedo, como en el caso de Fausto, no es un buen consejero a la hora de tomar decisiones.

¿Qué fue del LSD? Vida, muerte y ¿resurrección? de la droga que murió de éxito

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Sé lo que os habrán contado en el colegio, pero no, no les creáis. El LSD no es una droga. Fue mucho más: una revolución cultural, social y política. Una de las pocas revoluciones del siglo XX que murió de éxito.

Hoy hablamos sobre el nacimiento, la vida, la muerte y la posibleresurrección del LSD. Esperemos que sea un buen viaje.

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Se suele decir que todo empieza el 16 de noviembre de 1938 en Basiela mientras Albert Hoffmann, químico de profesión, trataba de encontrarle un uso farmacológico a un hongo llamado cornezuelo (Claviceps purpurea). En realidad, como siempre, la historia empieza antes.

El cornezuelo fue protagonista de algunos de los sucesos más desquiciados y surrealistas de la historia como la caza de brujas. Durante la Edad Media, las intoxicaciones por las micotoxinas del cornezuelo (el llamado ergotismo que produce alucinaciones, convulsiones, vasoconstricción arterial, necrosis y gangrena) fueron tan frecuentes que existió hasta una orden religiosa específicamente creada para atender a los enfermos, la Orden de San Antonio.

Hoffmann, que en aquella época trabajaba en los laboratorios Sandoz, trataba de sacarle partido a esas propiedades naturales. Aunque a veces, le llamamos directamente ácido lisérgico, el LSD (la dietilamida del ácido lisérgico) fue el vigésimo quinto derivado del ácido propiamente dicho. Hoffmann pensó que podía ser un buen estimulante de los sistemas circulatorio y respiratorio por su parecido con la nicetamida (un compuesto que se usaba en aquella época para contrarrestar las sobredosis de tranquilizantes). Pero cuando lo probaron, no pasó nada. Si acaso, los animales se comportaban de forma algo rara.

El ácido lisérgico

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Muchas sustancias terminan así. Dentro de un cajón, tras haber sido descartadas las hipótesis iniciales. Pero cinco años después, Hoffmann tuvo una intuición. ¿Y si esa rareza en el comportamiento de los animales era algo que se le había escapado? Mientras volvía a sintetizar el LSD-25, se sintió afectado por "una notable inquietud combinada con un ligero mareo, un estado similar a la ebriedad". Volvió a casa, se metió en la cama y comenzó a ver "imágenes fantásticas de colores intensos y extraordinarios".

La única respuesta razonable que Hoffmann encontró fue que accidentalmente había absorbido parte del compuesto através de la piel. Así que tres días más tarde, ingirió 250 microgramos de LSD. Una auténtica barbaridad. Ese fue el primer mal viaje de la historia en sentido literal (su asistente lo tuvo que llevar en bicicleta a casa en lo que se conoce como el 'Día de la Bicicleta') y figurado.

El oro psicodélico

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En 1947, Werner Stoll publicó un trabajo donde se hablaba de los posibles usos psiquiátricos y psicológicos del LSD. Y Sandoz vio, cristalina, la oportunidad. Ese mismo año empezó a comercializarlo en Suiza y para el 49 ya se vendía en EEUU. Durante los años 50, el LSD se usó frecuentemente en terapia, se promovió su uso en las facultades de psicología y la prensa hablaba de él como lo que era una medicación muy interesante.

En 1962, una nueva regulación hizo que el LSD pasara a considerarse una 'droga experimental' y en 1966 California lo prohibió. En abril de ese año, Sandoz dejó de comercializarlo. Y ahora viene un spoiler: no sirvió de nada. De nada de nada. Haght-Ashbury, un barrio de San Francisco, se convirtió en el supermercado del ácido de EEUU. Y el movimiento hippie estaba aquí.

Una forma de cambiar el mundo

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Un dato no tan absurdo como parece: hipster y hippi vienen de la misma raiz, 'hip'. Antes que a los hippies, designaba a los beatnicks (uno de las tribus de los 50) y viene a designar a los que están dentro, en el meollo, en la movida.

Lo que descubrimos a lo largo del siglo XX es que la movida podía cambiar mucho más rápido de lo que estábamos acostumbrados. Los cambios tecnológicos, sociales y políticos han conseguido que hoy en día lo que está 'in' cambie de una semana para otra. Eso fue invención del movimiento hippie y del LSD.

Supongo que la palabra clave es 'psicodelia', que manifiesta el espíritu. La Segunda Guerra Mundial había sido, por seguir la metáfora de Fukuyama, el cadalso de las ideologías y la historia. El verano de amor, la era de Acuario y el flower power no eran solo un relato generacional lleno de colores chillones, paz y amor; sino la promesa de encontrar ese cambio social en uno mismo. Lo que se gritaba en los campus americanos era el mismo mensaje que se repitió en las calles de París.

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El LSD fue la herramienta fundamental. Actúa a cuatro niveles distintos: tiene efectos en el estado de ánimo (nos hace más susceptibles emocionalmente hablando y afecta a nuestra ansiedad), en el** comportamiento interpersonal** (nos ayuda a focalizarnos en las relaciones interpersonales, aumenta la confianza en las personas y en ocasiones nos da reacciones de tipo paranoide), a nivel sensorial y perceptivo (nos hace más sensibles, ilusiones, sinestesia o cambios en la percepción temporal) y, por último, nivel cognitivo (suele estimular procesos de pensamiento).

El ácido tenía tal capacidad de cambiar el mundo que Timothy Leary señalaba en uno de sus libros que durante los años sesenta, en plena Guerra Fría, existió un muy importante comercio entre Checoslovaquia y California. De hecho, el país comunista fue el último país en producir legalmente LSD hasta el 75.

LSD y movimiento hippie se unieron tanto que en cuanto lo hippie perdió actualidad, el LSD la perdió con él. Hacia finales de los setenta muy poca gente consumía LSD.

El LSD ha vuelto

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Las subculturas rave y acid house lo trajeron de vuelta en los noventa junto con la llegada del MDMA. Pero el verdadero revival se ha producido en los últimos años. Efectivamente, todo lo que sabíamos sobre el LSD era mentira. La psicología y la neurociencia son ciencias jóvenes y nuestro conocimiento de la mente en los años cincuenta era muy muy limitado. Cogimos el rábano por las hojas.

Lo interesante del LSD no son las experiencias subjetivas que produce. Al menos no es lo más interesante científicamente hablando. Los viajes son al LSD lo que los fuegos artificiales a la pólvora: puede ser lo más vistoso, pero no lo más importante. Ahora sabemos que no está relacionado con la enfermedad mental e incluso que puede ser un buen tratamiento para la depresión. Estamos empezando a investigar de nuevo, a estudiarlo con una nueva mirada. No sabemos qué nos espera.

¿Qué fue del LSD? Fue una moda, un símbolo y un arma para salir de un mundo gris y opresivo. Y después, poco más. Dicen que son, de nuevo, los años del ácido, pero no lo será hasta que se reinvente, hasta que reconstruya, hasta que deje de ser un fantasma de los sesenta para convertirse en un símbolo de la modernidad. Eso ha empezado a pasar pero aún es pronto. Demasiado pronto.

¿Por qué los mejores deportistas del mundo se están haciendo moratones en la piel?

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Sin Titulo

Si estáis siguiendo los Juegos Olímpicos, es posible que hayáis visto a muchos deportistas con marcas redondas en la piel. Sí, de verdad. Unas manchas color rojo oscuro (o morado) han aparecido en hombros, piernas y espalda de algunos de los mejores deportistas del mundo.

¿El Zika? ¿Alguna enfermedad tropical oriunda de Río? No, la respuesta es más sencilla y se llama Cupping. Una vieja práctica de la 'medicina tradicional china' que se está poniendo de moda. Veamos qué dice la ciencia sobre el cupping y las marcas en la piel.

Marcas en la piel

Se lo hemos podido ver a Michael Phelps, Natalie Coughlin, Alex Naddour o Pavel Sankovich. De hecho, Sankovich publicó una foto hace un par de meses utilizando la técnica. "El cupping es una gran herramienta de recuperación", decía en la publicación de instagram.

Una foto publicada por Pavel Sankovich (@pavelsankovich) el

Hay ejemplos a cientos: Phelps tiene un vídeo en el que se ve como se somete a esta técnica (minuto 0:45) como parte de su entrenamiento habitual. La nadadora Natalie Coughlin también los usa (aunque en este caso no la podemos ver en Rio porque en estos juegos no participa).

Y no solo eso, celebrities como Jennifer Aniston, Jessica Simpson o Victoria Beckham también se han sumado a la moda. Gwyneth Paltrow, de hecho, hace más de diez años que lo practica. ¿Se han vuelto locos? ¿Funciona de verdad?

¿Qué es el 'Cupping'?

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Cupping es el término inglés, pero su traducción más apropiada sería 'terapia con ventosas'. Se puede rastrear la práctica del 'cupping' en textos griegos y egipcios. Pero parece que los descubridores fueron magos de la antigua Mesopotamia y sus mayores cultivadores han sido los médicos tradicionales chinos. Como su propio nombre indica, consiste en usar ventosas (copas u otro tipo de instrumento) para crear el vacío en la piel de los pacientes.

La técnica tradicional consiste en calentar el aire de una copa (de cristal o madera) y su colocación sobre la piel para crear el famoso vacío. De ahí su nombre, pero hoy en día hay otros dispositivos tecnológicamente más avanzados.

Los defensores afirman que el cupping ayuda a liberar toxinas, activa el sistema linfático, despeja bloqueos de colon, ayuda a la circulación y hace maravillas en la piel. El problema es que ni sabemos cómo podría funcionar, ni tenemos evidencias de que lo haga. Y no es por falta de estudios, entre 1992 y 2010 se publicaron 135 estudios sobre el tema; es por falta de estudios de calidad.

Todos los metaánalisis coinciden en que la evidencia es muy escasa y resulta "muy difícil sacar conclusiones firmes"

Hay alguna evidencia que sugiere cierta efectividad para tratar el dolor crónico y algunas otras dolencias como las culebrinas (herpes zóster). Pero todos los metaanálisis (incluso los más favorables a la técnica) coinciden en que, con los problemas metodológicos que arrastran la mayoría de estudios, es muy "difícil sacar conclusiones firmes".

Lo que sí está claro es que produce eritema, edema y equimosis. Es decir, produce heridas: moratones muy muy llamativos. De hecho, por no saber no sabemos ni siquiera si es seguro. El último metaanálisis, del que ya hemos hablado, apunta a que sí. Pero no tenemos más que indicios. No hay nada claro.

Si está tan claro, ¿Cómo es que los deportistas mejor asesorados del mundo caen en estas cosas?

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En realidad, esto es relativamente habitual. Gracias a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, se popularizaron las cintas de kinesio. Unas cintas de llamativos colores que dicen servir para casi todo pero cuyos efectos no están demostrados en absoluto. Podemos encontrar muchos ejemplos de esto, sencillamente porque los deportistas son seres tremendamente supersticiosos. Mucho.

Y lo son por una buena razón: porque les funciona. Desde los años ochenta, sabemos que los rituales deportivos tienen un impacto positivo en la ejecución de los mismos. Y es que, curiosamente, el aumento de la 'autoeficacia percibida' suele estar relacionado con el aumento de la eficacia en la ejecución real.

Los rituales deportivos y las supersticiones tienen un efecto positivo en la ejecución de los deportistas de élite

En 2006, Paul van Lange y su equipo de la VU University Ámsterdam publicaron un estudio en el que analizaban el papel de la superstición, los rituales y los amuletos en el deporte de alto nivel. Lo que descubrieron es que esos rituales "ayudaban a fortalecer los sentimientos de control y confianza que de otra forma fallaban" en momentos de gran estrés.

En este sentido, normalmente los deportistas profesionales tienen claro que ni los rituales, ni las pseudoterapias de dudosa eficacia afectan a su ejecución. Pero el 'por si acaso' puede marcar la diferencia entre un éxito y un fracaso. A nivel psicológico, eso sí.

El problema que nos encontramos es que lo queramos o no, los deportistas son modelos de conducta para el público en general. Con estas modas, están diseminando la pseudociencia por la sociedad y, cuando hablamos de medicina, eso pone vidas en riesgo. No es un problema sencillo de solucionar

Está claro que debemos repensar la forma en la que afrontamos y comunicamos estos temas. Quién sabe, igual descubrimos que la superstición es la mejor aliada que podría tener la ciencia, la salud y el deporte olímpico.

El acceso universal al porno ¿está provocando más violencia sexual o todo lo contrario?

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Igual soy el primero que lo dice, pero el porno es una cosa muy grande. Mueve unos cien mil millones de dólares al año, en torno al 30% del tráfico de internet y algunos expertos, como el psicólogo Gary Wilson, sostienen que esta sobreabundacia de estímulos sexuales es uno de los mayores experimentos sociales nunca vistos.

"En diez minutos, cualquier usuario de Internet puede ver más tías buenas que cualquier antepasado suyo en varias vidas", dice Wilson no sin algo de razón. Y no sabemos qué consecuencias tiene eso. ¿Cómo influye en nuestra cultura, en nuestra visión del mundo, en nuestra forma de relacionarnos?

La pornografía y sus críticos

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La pornografía es tan antigua como nuestra capacidad para crearla. Pero durante muchos siglos, bajo la mirada estricta de los críticos morales, se mantuvo a raya oculta bajo colchones, dentro de libros o protegidas en colecciones de libertinos profesionales. Hay una continuidad histórica indiscutible entre las pequeñas y destartaladas imprentas europeas del siglo XVI y plataformas como Pornhub. Y es que quizá lo que ha cambiado no es su existencia, sino su aceptabilidad social. Hoy, las pornstars son estrellas mediáticas y tenemos a actores porno en programas de prime time.

También es cierto que a medida que las críticas religiosas perdían fuerza han ido surgiendo otras críticas de corte feminista que han impugnado la pornografía no sólo como un retrato del machismo imperante y de las desigualdades de género, sino también como una apología, pura propaganda. No obstante, estos adversarios no han sido tan exitosos: hoy vivimos a un click de terabytes de imágenes, vídeos y todo tipo de material pornográfico.

Exitoso o no, el argumento de que la pornografía ofrece modelos violentos de comportamiento social y sexual es interesante. ¿Es posible que la "democratización del porno", por decirlo de alguna manera, esté contribuyendo a crear una sociedad más violenta y agresiva?

¿La pornografía nos hace más violentos?

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Como os podéis imaginar, tampoco ésta es una pregunta reciente. Si dejamos de lado toda la literatura moral, la investigación científica a gran escala comenzó en 1969. Ese año el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó, precisamente en un caso sobre la posesión de pornografía, que lo que cada uno viese en la intimidad de su casa era decisión suya y solo suya.

Ya sabéis como son los políticos estadounidenses con todo lo que tiene que ver con la religión. Así que, como podéis imaginar, al Congreso norteamericano no le gustó demasiado y creó una comisión para estudiar la relación entre las imágenes eróticas y la violencia sexual, la Comisión sobre Obscenidad y Pornografía.

En lugar de prohibir la pornografía, la clave estaba en invertir en educación sexual

Lo cierto es que la Comisión no encontró ninguna relación entre el porno y la violencia. Recomendó invertir en educación sexual e investigación, restringir el acceso a los niños y se declaró totalmente en contra de la prohibición en adultos. En 16 años, Reagan montaría otra comisión (esta vez dependiente de la fiscalía) que, como era previsible, sí encontró relación casual entre el porno y la violencia sexual.

De todas formas, como defendía Anthony D’Amato, profesor de derecho de la Universidad Northwestern, no parece que una comisión de este tipo, con sus agendas políticas, sea el mejor lugar para dirimir el asunto. Él mismo (que fue invitado a participar la primera comisión pero no a la segunda) lleva desde los setenta investigando recurrentemente el tema.

En un artículo de 2006, D'Amato se preguntaba si la reducción de las violaciones en Estados Unidos (más de un 85% en los últimos 25 años) tenía algo que ver con la aparición y la popularización de internet. Sin ser un trabajo exhaustivo, señala un dato interesante: en los cuatro estados norteamericanos con menor acceso a internet las violaciones (corregidas por la estatus socioeconómico) se incrementaron un 53%, mientras que en los estados más conectados éstas disminuyeron un 27%.

Ideas preconcebidas sin evidencia científica

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Unos años después, Ferguson y Hartley retomaron la idea de D'Amato. Y con una base de datos mucho mayor descubrieron que esa correlación entre aumento de la pornografía y disminución de la violencia sexual existía. Y no sólo en EEUU, sino también en Japón, Alemania, Dinamarca y Suecia. Los datos son llamativos y contradicen los hipotéticos resultados de la teoría contraria. Pero, como reconocen Ferguson y Hartley, no valen por sí mismos: la correlación, por sí sola, no implica causalidad.

Aunque en este caso, no quedan muchas más opciones. En el mejor de los casos, la investigación experimental que relacionan exposición a la pornografía y violencia sexual es inconsistente. La mayor parte de los estudios tienen serios problemas metodológicos (Mould, 1988) y, es más, las mejores investigaciones sugieren el efecto contrario: la exposición a contenidos pornográficos puede favorecer el desinterés sexual (Ferguson y Hartley, 2006).

Por otro lado, sabemos que el consumo de pornografía no es un buen predictor de la violencia sexual (Kingston, Federoff, Firestone, Curry y Bradford, 2008). Es decir, la gente que consume mucha pornografía no es más violenta de lo normal (ni siquiera en lo relativo de la violencia sexual). Vamos, que la correlación podría no ser suficiente si hubiera algo que nos hiciera pensar lo contrario. Pero no, no lo hay: la pornografía no nos hace más violentos.

Por qué las imágenes de este niño sirio nos preocupan más que las de cualquier adulto en la misma guerra

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Omran Daqneesh, el niño que, cubierto de polvo y con la mirada perdida, protagoniza el vídeo que todos estamos compartiendo. O Aylan Kurdi, el niño de tres años fotografiado sin vida en las playas de Turquía. O los tristemente famosos "niños de Biafra". Elijan el caso que quieran: la imagen de un solo niño nos afecta más que la de miles de adultos.

Y no nos preguntamos cómo es posible esto, ni por qué nos pasa. Tendemos a creer que este instinto protector hacia los niños es algo 'natural', algo que nos viene de serie desde que vivíamos en cuevas y cazábamos con piedras. Pero no es así. El valor de los niños, su calidad de vida y la lucha por sus derechos son uno de los tesoros más valiosos del mundo moderno. Una rareza cultural e histórica que puede desaparecer si dejamos de prestarles atención.

¿Cuánto vale un niño?

Ponerle 'precio' o 'valor' a un niño es casi un tabú en nuestra sociedad. De hecho, enunciado así puede parecer una pregunta fría e insensible. Pero objetivamente, hay situaciones en que hay que valorar la pérdida de un hijo como en las indemnizaciones por un accidente o una negligencia.

Aunque nos resulte extraño, el valor social de los niños ha cambiado (y mucho) con la Historia

Y hemos de reconocer que los cambios han sido muy importantes. En 1896, un niño de dos años murió debido a una negligencia de la Southern Railroad Company of Georgia. Los padres solicitaron una compensación de dos dólares por mes de vida. El juez lo rechazó y solo obligó a la empresa a pagar los gastos del entierro. El razonamiento fue que "no era posible que un niño de esa edad generara ningún tipo de ingresos en la familia y, por lo tanto, el acusado no podía ser considerado responsable de los daños" .

En 1979, los padres de un niño de la misma edad recibieron 750.000 dólares. En menos de cien años, el valor social de los niños se disparó: citando a la profesora Viviana Zeliner (de la que extraigo los datos) de ser "algo sin valor a ser algo que no tiene precio".

¿Es que nadie va a pensar en los niños?

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Zelinger ha estudiado minuciosamente la evolución del papel y la importancia sociales de los niños pequeños en la historia. Sus conclusiones son impactantes: "en general, la muerte de un bebé o un niño pequeño era un evento menor, una mezcla de indiferencia y resignación". Habla de la Europa del siglo XVIII donde autores como Montaigne escribían cosas como "he perdido dos o tres niños en su primera infancia. No sin pesar, pero sin gran dolor" y hasta los personajes de Molière sentenciaban discusiones con un "la niña pequeña no cuenta".

Hasta hace relativamente poco, "la muerte de un bebé o un niño pequeño era un evento menor, una mezcla de indiferencia y resignación"

Según Zelizer, antes de 1800 no hay evidencias históricas de que el profundo duelo por la muerte de los niños pequeños estuviera generalizado en Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Es precisamente en ese momento (entre 1800 y 1930) cuando los niños pequeños comenzaron a convertirse en tesoros de incalculable valor.

Ese proceso se puede observar, por ejemplo, en la evolución de la legislación sobre trabajo infatil. En 1833, una comisión del Parlamento Británico recomendó poner límites al trabajo infantil fijando un límite de 12 horas al día para los niños entre 11 y 18 años y un límite de 8 horas para los menores de 11. En 1900, el 18 por ciento de todos los trabajadores norteamericanos tenían menos de 16 años.

El trabajo infantil, que hoy nos horroriza, ha sido habitual en nuestras sociedades hasta hace poco

Ese mismo año se prohibía en España el trabajo de menores de 10 años (salvo para trabajos agrícolas o talleres familiares), en el 44 se subió a 14 años. No obstante, la norma no se cumplió realmente hasta bien entrada la década de los 70.

Es decir, hace pocos años en nuestros países el trabajo infantil era algo normalizado. Hoy, la imagen de niños cosiendo en fábricas del sudeste asiático nos horroriza tanto como las imágenes de los niños en la guerra de Siria.

Hay cosas que no tienen precio

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Zelizer repasa los factores que ayudaron en este proceso: el desarrollo industrial sacó a los niños de las fábricas, el aumento de la productividad hizo crecer los sueldos y la necesidad de trabajadores cualificados convirtió a los niños en inversiones más que en gastos. Pero sobre todo, fueron los avances de la medicina y la nutrición los que hicieron que nos acostumbráramos a un mundo en el que los niños no tenían que morir. Un mundo en el que los niños tenía un futuro. Tanto es así, que el futuro ha pasado a convertirse en algo importantísimo en nuestra cultura.

La cultura se adaptó a estos cambios. Siempre lo hace. Sabemos que los padres tienen una 'predisposición natural' a querer, cuidar y valorar a sus hijos; pero la cultura tiene un papel mediador importante. Hoy por hoy, es casi imposible imaginar las condiciones de miseria, frío y dolor de una familia del siglo XVII.

Hablamos de tasas de mortalidad de casi 400 niños por cada mil nacimientos. En muchos sentidos, la célebre frase de que "un padre no debería ver la muerte de sus hijos" es un invento moderno. Durante siglos, los padres tuvieron que vivir una y otra vez las muertes de sus hijos. Y sobrevivir a ellas. El pasado era un mundo terrible done vivir.

No cabe duda de que nos acostumbraremos a las imágenes de niños sufriendo si no hacemos algo antes

Quizá la lección más importante que podemos extraer de aquí es que no nos vamos a escandalizar siempre. Si vamos a un mundo lleno de niños muertos, agredidos y hambrientos, no tardaremos demasiado en acostumbrarnos. Porque en cierta forma, estamos diseñados para acostumbrarnos, para sobrevivir, para que las cosas dolorosas dejen de hacernos daños.

Así que la pregunta quizá no sea "Por qué las imágenes de este niño sirio nos preocupan más que las de cualquier adulto en la misma guerra", sino hasta cuándo vamos a seguir preocupándonos. Y me temo que la respuesta a esa pregunta definirá, y mucho, el futuro próximo.


El mayor reto de la medicina del siglo XXI son los errores médicos. Es hora de hablar de ello

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¿Y si os dijera que en la mitad de operaciones se producen errores médicos, que éstos son ya la tercera causa de muerte más común en Estados Unidos o que en Inglaterra, si no se hubieran ignorado las negligencias durante años, hoy más de 20.000 personas seguirían con vida?

Olvidad las grandes pandemias, las bacterias multiresistentes e, incluso, las pseudociencias. El mayor reto de la medicina del siglo XXI son los errores médicos. Y sería un error no empezar a pensar seriamente en ellos.

El primer estudio general se realizó el año pasado

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Karen Nanji es anestesista del Hospital General de Massachusetts (el Mass General) y hace poco más de un año coordinó el primer estudio perioperatorio sobre los errores médicos que se realizaba en el mundo; es decir, realizó la primera investigación sistemática de todo el proceso operatorio antes, durante y después de entrar a quirófano.

Según las investigaciones, en una de cada dos operaciones se producen errores y el 30% de ellos causa daños en los pacientes

Durante 8 meses, ella y su equipo examinaron hasta 277 operaciones seleccionadas al azar. Documentaron, midieron y catalogaron hasta el más mínimo detalle. En total, evaluaron más de 3600 administraciones de distintos medicamentos en distintos tipos de operaciones.

Según sus conclusiones, se producen errores en una de cada dos operaciones que se realizan y en un 5% de las medicaciones que se administran. Por si esto no era, ya de por sí, preocupante, Nanji y su equipo comprobaron que esos errores no eran inocuos: un tercio de ellos causaban daños en los pacientes. Algunos muy serios.

En EEUU las cifras son escandalosas...

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Efectivamente, las cifras son escandalosas. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el Mass General no es un modesto hospital de provincias. No sólo es el centro de referencia de la Universidad de Harvard (y uno de los más grandes y antiguos de todo el país) sino que ha sido señalado como el número uno de EEUU en numerosos rankings a lo largo de los años.

Los errores médicos representan la tercera causa de muerte más común de EEUU

Está claro que no es una oveja negra. Las últimas estimaciones hablan de 251.454 muertes de este tipo al año en Estados Unidos, aunque lo más probable es que la cifra real se encuentre en la horquilla de entre 48.000 y 98.000 muertes anuales que da el Committee on Quality of Healthcare in America (una entidad creada para monitorizar este tipo de sucesos).

Sean cuales sean las cifras exactas, lo que está claro es que estos datos dejan obsoletas las antiguas estimaciones anuales que hablaban de entre 90.000 y 140.000 en todo el mundo durante la década de los noventa. Ay, qué inocentes éramos.

...pero los datos del resto del mundo no son mucho mejores

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En septiembre de 2007, la madre de Julie Bailey entró en el Hospital de Stafford por una hernia. Casi dos meses después, el 8 de noviembre de ese mismo año, murió. Insatisfecha con las explicaciones, Bailey inició una pequeña campaña que acabó sacando a la luz uno de los mayores escándalos médicos de Gran Bretaña.

Entre 2005 y 2008, y sólo en el hospital de Stafford, murieron entre 400 y 1200 personas por la incompetencia del servicio de urgencias. En 2010, el parlamento inició una investigación de más de tres años que dejó negro sobre blanco que el sistema había fallado.Había fallado mucho. 20.000 fallos mortales para ser exactos y otros cientos de miles de negligencias que, afortunadamente, no acabaron con la muerte de los pacientes.

En los últimos años, algunos países han empezado a analizar el problema y a tomar medidas para solucionarlo

Da igual dónde vayamos o qué país analicemos. En Alemania, se registran casi 19.000 muertos al año por diversos errores médicos. En países como Australia o Francia han creado órganos para monitorizar este problema y en España... bueno, en España no tenemos ni idea.

Aunque pueda sorprendernos, no, no hay ningún registro digno de ese nombre. Se pueden conocer el número de demandas que se tramitan en los juzgados (274 al día en 2009) o las estimaciones que realizan algunas asociaciones de enfermos pero como os podéis imaginar, estos datos no permiten estimar correctamente el número de errores que se dan en nuestros hospitales.

El error de ignorar los errores médicos

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Si vamos un paso más allá, nos damos cuenta de que los errores médicos no son, en realidad, el problema. Los errores médicos son un síntoma de la confluencia de dos crisis en las que se encuentran los sistemas sanitarios de medio mundo: una legal y económica; y otra ética y social.

Una crisis legal y económica porque, sin lugar a dudas, de todos los problemas que se pueden presentar desde estos flancos, los errores y las negligencias son uno de los más importantes. Y cada vez más. En España, la actualización del Real Decreto que se usa para determinar la cuantía de las indemnizaciones puede acabar doblándolas. Se pone fin a la 'peculiaridad' española en este ámbito (hasta ahora, la media era hasta un 75% inferior a las otorgadas en Europa) y, de paso, se compromete el futuro de todo el sistema sanitario.

Los errores médicos adquieren una importancia crítica por los intentos de avanzar hacia una sanidad centrada en el paciente

Esta es una tendencia legal que se está replicando en todos los países de nuestro entorno (una transición desde la medicina basada en la beneficencia a la medicina basada en la autonomía) porque es la contrapartida judicial de los esfuerzos mundiales por poner al paciente en el centro del sistema.

La crisis ética y social viene por otro lado: por las dificultades de los sistemas sanitarios para relacionarse con los pacientes, pero sobre todo con los profesionales. No es sencillo equilibrar la necesaria fiscalización de la medicina y la defensa de los derechos de los pacientes con la seguridad laboral, física y mental del personal sanitario. Y, a día de hoy, si tengo que ser sincero ningún país ha conseguido dar con la clave para solucionar este problema.

Los retos de la sanidad, el futuro de la salud

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Pocos lugares en el mundo son más complejos que un hospital. No solo hay innumerables patologías, necesidades y problemáticas, sino que los protocolos y las prácticas están cambiando constantemente para adaptarse a los nuevos conocimientos médicos y la realidad presupuestaria y social en la que se mueve el centro. Un lío de tres mil pares de narices.

Es hora de colocar la problemática de los errores médicos en el centro del debate

Y en ese lío, los errores médicos siguen siendo una gran incógnita. A día de hoy ni siquiera tenemos una idea clara y contrastada de cuáles son los más frecuentes, los más evitables o los más dañinos. Sabemos extremadamente poco de ellos pese a que son una amenaza muy seria para la salud y para el sistema en su conjunto. Es hora de colocar este tema en el centro del debate, donde le corresponde.

Aquí toca entonar el mea culpa. Los periodistas científicos y sanitarios dedicamos una desproporcionada atención a la pseudociencia (homeopatía, hipersensibilidad electromagnética, cupping...) cuando hay problemas mucho más serios que pasan desapercibidos. Es por estas grietas del sistema por donde se cuelan los charlatanes y los enemigos de la salud. Demasiado a menudo, olvidamos que son los consensos sociales sobre la salud los que cimientan el mundo en que vivimos y que, si nunca salimos de nuestra zona de confort, le estamos haciendo un flaco favor a la ciencia y la salud.

Cómo criar al próximo Albert Einstein

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¿Quién no querría ser un genio? ¿No es cierto? Los científicos coinciden en que, en el largo plazo, ser un genio, ser un 'superdotado' o estar entre los más listos del mundo significa, a largo plazo, una vida mejor con mejores empleos, un estatus socioeconómico más alto y una mayor calidad de vida.

Pero lo cierto es que ser un 'superdotado' ha sido, es y probablemente será una birria. Afortunadamente, casi medio siglo de investigaciones, empiezan a surgir algunas ideas interesantes sobre cómo criar a un genio. Ideas que, ya de paso, pueden hacernos cambiar para mejor la educación de todos.

De lo bueno lo mejor, de lo mejor lo superior

En muchos países está prohibido seleccionar a "los mejores". Y con buenos motivos. Es decir, las escuelas no pueden tener una política activa para seleccionar a los estudiantes según sus capacidades. Reino Unido es uno de ellos. O era. Hace unos días, Theresa May, la nueva primer ministra, y su ministra de educación, Justine Greening, anunciaron que iban a levantar esas prohibiciones y volver, en cierta manera, al antiguo sistema de 'grammar schools' inglesas.

Las políticas aparentemente meritocráticas son un arma de doble filo que pueden acabar socavando lo que quieren conseguir

El movimiento que quiere convertir al Reino Unido en "la mayor meritocracia del mundo" ha sido muy contestado tanto por políticos (propios y ajenos) como por académicos. Y es que, en realidad, este tipo de medidas pueden ser un arma de doble filo.

Según muchos estudios, ir a colegios selectivos puede producir consecuencias indeseadas; esto es, un efecto negativo sobre el autoconcepto personal y académico de los alumnos que asisten a ellos. Los estudiantes suelen resentirse al pasar de ser los mejores de una escuela estándar a ser uno más en un colegio muy selectivo. El resultado es que muchos niños "mejores de la media" acaban arrastrando problemas personales que lastran su desarrollo académico y profesional.

Es decir, aunque la prohibición parece tener sentido en la población general, no parece ser así con los superdotados.

La inteligencia como recurso estratégico nacional

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Puede sonar radical, pero no lo es. Casi todos los rasgos humanos siguen una distribución normal; esto es, la mayoría de las personas nos encontramos en niveles medios en casi todas las características, pero existen otras personas que tienen niveles muy altos (o muy bajos) de esas características. Hay gente muy simpática y gente muy arisca, pero la mayoría somos (estadísticamente) normales. Con la inteligencia pasa igual.

Y de la misma forma que muchos países tienen programas específicos para deportistas de élite o la policía selecciona a personas con habilidades memorísticas concretas, unos cuantos países tienen programas que tratan de identificar, formar y llevar a su máximo nivel a niños con altas capacidades cognitivas.

Hace unos días, Nature publicaba un reportaje genial de Tom Clynes en el que hablaba de los programas norteamericanos: 45 años de investigaciones, pruebas y errores sobre cómo identificar, cómo apoyar y como impulsar a las personas más inteligentes del país.

"Los adolescentes que se encuentran en el 1% de habilidades cognitivas mantienen altas posiciones laborales, sociales y económicas muchas décadas después", dice Robertson

No es un esfuerzo gratuito. En 2010, la profesora Robertson y su equipo de la Universidad Vanderbilt en Nasville demostraron que la afirmación de que las diferencias individuales no eran importantes a largo plazo es falsa. "Los adolescentes que se encuentran en el 1% de habilidades cognitivas mantienen altas posiciones laborales, sociales y económicas muchas décadas después", dice Robertson. Y especialistas como Jonathan Wai, psicólogo del Programa de Identificación de Talento de la Universidad de Duke, van más allá, "nos guste o no, ese 1% realmente controla nuestra sociedad".

Cada vez gana más prestigio la idea de que los recursos cognitivos son uno de los recursos naturales más estratégicos de cada país y hay que aprender a sacarle todo el partido posible. En este sentido, Clynes recoge las ideas de Camilla Benbow, especialista también de la Universidad Vanderbilt, sobre cómo criar a una persona con talento.

Las ocho reglas de oro para criar a un genio

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  1. Exponer a los niños a diversas experiencias. No es bueno que los niños crezcan en entornos muy estrechos y limitados. Esa es una de las caras de la famosa sobreprotección, que empobrece el medio hasta impedir que los niños puedan desarrollarse de forma sana.
  2. Dar oportunidades para desarrollar talentos e intereses. En cierta forma, es la contrapartida del primer punto: si damos libertad y diversidad para experimentar, debemos apoyar a los niños cuando demuestran interés (o talentos) por ciertas cosas. Sin esas oportunidades de desarrollo, el talento se queda en nada.
  3. Apoyar tanto a las necesidades intelectuales y emocionales. No debemos olvidar nada: necesidades intelectuales, emocionales, sociales, físicas, etc. Hay veces que nos concentramos tanto en el objetivo que perdemos de vista las cosas importantes.
  4. Centrarnos más en el esfuerzo que en la capacidad. Aunque sepamos que en cualquier persona con altas capacidades el factor innato es clave, debemos centrarnos siempre en aspecto que mantengan la motivación y refuercen el trabajo de los niños.
  5. Animar a los niños a tomar riesgos intelectuales y a estar abierto a los fallos. Ésta es la mejor forma de apuntalar el aprendizaje y no es obvia. De hecho, el tránsito de proveer un entorno rico y estimulante a conseguir que ellos sean los que empiecen a crearlo y mantenerlo es uno de los momentos más difíciles del proceso.
  6. Evitar las etiquetas. Ser identificados como 'superdotados' puede tener una carga emocional difícil de soportar. Los estereotipos, las etiquetas y las ideas de prêt-à-porter son elementos útiles que pueden pasar a ser fatales en un corto espacio de tiempo.
  7. Trabajar con los maestros para satisfacer las necesidades de los niños. Los estudiantes más inteligentes a menudo necesitan materiales más desafiantes, apoyo adicional y libertad para aprender a su propio ritmo.
  8. Poner a prueba las capacidades, evaluarlas. Uno de los elementos claves es evaluar correctamente las capacidades y los problemas a los que nos enfrentamos. Sin esa evaluación, estamos ciegos.

El nacimiento de una nueva educación

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Una nueva educación que no es más que la educación de siempre. Mejorada. En los últimos años hemos escuchado hablar de cosas como la 'medicina de precisión' o la 'agricultura de precisión'. Ahora también hablamos de 'educación de precisión', es decir de buscar los mejores métodos y modos docentes, centrarlos en el alumno y evaluar los resultados con todas las herramientas que nos provee la ciencia actual.

Si lo pensamos detenidamente, las ocho recomendaciones clave de los programas de identificación de talento son aplicables a cualquier niño, sean cuales sean sus talentos y problemas. Y, a su vez, nos da las líneas maestras para comprender que la educación es algo mucho más complejo que una idea ingenua de 'igualdad de oportunidades' que se quede en la superficie. Si queremos que esa igualdad llegue a ser real, necesitamos que nuestros sistemas educativos y de protección social vayan, de una vez por todas, a corazón del problema.

Imágenes | Harald Groven, Ferriman Robertson et al.

¿Cómo nos afectan colorantes como el E-110 del Dalsy?

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Noticia10709h

Hoy, Facua denunciaba que uno de los medicamentos para niños más utilizados hoy en día, Dalsy, omitía algunos efectos secundarios en su prospecto. Dalsy contiene un colorante alimenticio llamado E-110 (amarillo crepúsculo) y la Unión Europea exige que los alimentos que lo contengan avisen del posible impacto en la actividad y la atención de los niños.

Aunque no es peligroso para la salud en cantidades adecuadas, actualmente el E-110 está prohibido en Noruega. Y no es el único aditivo alimentario bajo sospecha. En un mundo donde cosas como la plata, la celulosa y el ácido clorhídrico son considerados aditivos alimentarios, nos hemos preguntado hasta qué punto estos productos pueden ser perjudiciales para la salud y qué se está haciendo para controlarlos.

Dalsy, el amarillo crepúsculo (E-110) y la hiperactividad

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El amarillo crepúsculo (E-110) es un colorante muy utilizado en productos color amarillo anaranjado. Como decíamos el Reglamento (CE) 1333/2008 del Parlamento Europeo sobre aditivos alimentarios indica que los alimentos que usen ese y otros colorantes incluirán ésta información adicional: "puede tener efectos negativos sobre la actividad y atención de los niños". Y como Facua señala, esa frase no aparece en el prospecto de la Agencia Española del Medicamento. Más allá de la polémica

En 2007, la revista The Lancet publicó un estudio que relacionaba algunos aditivos (entre los que se encontraba el E-110, el E122, el E102, el E124 y el E211) con la hiperactividad en niños de 3 y 8 años. No era el primero que encontraba esta relación, pero sí era el más robusto. Casi en cascada, el reglamento de 2008 recogió la idea y la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) redujo la 'ingesta diaria admisible' de 2,5 mg/kg/día a 1 mg/kg/día.

En 2014, y tras revisar la última investigación, subió la 'ingesta diaria admisible' a 4 mg/kg/día. Es decir, tras un periodo de cautela, la Agencia no ha encontrado pruebas de su impacto negativo que aconsejen su prohibición. De hecho, Facua no afirma ni que el componente sea peligroso, ni que la dosificación se errónea. Simplemente denuncia que, según su criterio, la directiva de aditivos alimentarios debe aplicarse también en los medicamentos.

Una historia de los aditivos alimentarios

A partir de los años 50, los aditivos alimentarios se convirtieron en algo esencial para la producción de alimentos procesados y sin procesar. Conforme crecía su uso, también crecía la preocupación ciudadana entorno a sus efectos. Y con ella la desinformación. El caso más llamativo es la 'lista de Villejuif', un listado de aditivos que lleva circulando desde 1973 y que mientras califica al ácido cítrico (E-330) como peligroso y cancerígeno, califica de inofensivos a otros aditivos de uso restringido.

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Es solo un ejemplo de que durante las últimas décadas se ha instalado cierto clima de desconfianza hacia los aditivos alimentarios que, aunque comprensible, es injusto. La certeza de que colorantes, conservantes, espesantes e intensificadores son necesarios para la producción de alimentos, hace que, sin lugar a dudas, los aditivos alimentarios sean uno de los ámbitos más regulados hoy en día.

Pero también uno de los más complejos. Todo lo que se añade a la comida, pero no es el alimento en sí es un aditivo. O sea, casi todo puede ser un aditivo alimentario. Los códigos E, el sistema de clasificación que suele usarse en la Unión Europea, tiene número para cosas insospechadísimas: el famoso glutamato tiene el E-621; la celulosa en polvo, el E-460 y la plata, el E-174. Y cada elemento es analizado minuciosamente. Aquí puedes ver todos los aditivos autorizados en la Unión Europea.

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Esto hace que no todos los aditivos estén prohibidos en todos sitios. El azul brillante FCP (E-133) se usa, sobre todo, para dar color a helados, dulces y bebidas. Sigue prohibido en Suiza y lo estaba en muchos países de la Unión Europea porque, según parecía, podía provocar reacciones alérgicas en personas con asma. No obstante, Europa lo aprobó hace unos años y la mayoría de estudios aseguran que es inocuo si la ingesta máxima no excede los 12,5mg/kg/día.

También tenemos el caso de el butilhidroxianisol (E-320) y el butilhidroxitolueno (E-321). Estos dos antioxidantes se usan en Europa y Estados Unidos, pero en Japón (desde 1958) y Australia (para consumo infantil) los tienen prohibido. Durante mucho tiempo, se ha debatido su posible efecto cancerígeno, así como sobre el comportamiento de los niños y el asma. Y así podríamos seguir todo el día.

¿Es peligroso el Dalsy? ¿Son peligrosos los aditivos alimentarios?

Si queremos ser rigurosos, la respuesta es no. Y digo rigurosos porque no existen evidencias sólidas y contrastadas de que así sea. Ni el Dalsy, ni el resto de alimentos o medicamentos con aditivos alimentarios son peligrosos en las dosis que recomiendan las agencias reguladoras. Y, a decir verdad, los controles son muy exhaustivos.

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En Europa, la autorización de cualquier componente requiere demostrar que no es dañino para la salud. Puede haber equivocaciones, claro. Y por eso, como nuestro conocimiento va cambiando, constantemente se realizan nuevas evaluaciones que regulan y cambian las dosis recomendadas para evitar posibles riesgos. A fuerza de mucho sufrimiento, hemos aprendido a ser cada vez mejores en el control de sustancias nuevas y desconocidas.

Las autoridades y las agencias regulatorias siguen siendo nuestra mejor fuente de información

También es importante señalar que, en cierto sentido, el caso del E-110 es una anomalía. Según esa directiva, los únicos aditivos que requieren información adicional en el etiquetado son precisamente este grupo de aditivos relacionados, de alguna manera, con el comportamiento hiperactivo. El resto de aditivos autorizados no requieren información extra y bajo el criterio de la UE son seguros para los consumidores.

En los últimos tiempos, parece que el conjunto de las instituciones han perdido parte de su credibilidad, pero en estos temas donde la manipulación y los conflictos de interés campan a sus anchas, es donde más las necesitamos. Y por ahora, lo más razonable sigue siendo confiar en ellas.

Imagen | Facua

Quién es Josep Pàmies, el agricultor que acusa a la OMS de genocidio

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Josep Pàmies vuelve a ser noticia después de que se conociera que el Ayuntamiento madrileño de San Fernando de Henares había programado una de sus actividades en la "Semana de la Ciencia" del municipio. Pámies es uno de los defensores más conocidos de la pseudociencia y las "terapias alternativas" y no deja de ser llamativo verlo aparecer en eventos de divulgación científica promovidos por las instituciones públicas.

Pero ¿quién es realmente este agricultor catalán que defiende que no existen cosas como el virus de la hepatitis C o el del SIDA, que acusa a la OMS de genocidio y que denuncia a las industrias farmacéuticas de cronificar la enfermedad en lugar de curarla? ¿Es un ecohéroe, como proclaman sus defensores, o un charlatán peligroso como denuncian sus detractores?

Pàmies según Pàmies

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Según él mismo reconoce, Josep Pàmies es un agricultor catalán descendiente de una larga tradición de payeses. De hecho, su empresa Pàmies Horticoles se dedica a la comercialización de hortalizas, verduras y hierbas ecológicas. Pero, aunque es un reconocido activista antitrasgénicos y ha sido condenado por destruir plantaciones, ese no es ni su principal negocio, ni por lo que se le conoce en todo el país.

Pàmies se presenta como un humilde agricultor ecológico en armas contra la industria farmacéutica

"Nosotros promovemos la autosuficiencia de las personas. Creemos que cada uno puede cultivar las plantas medicinales que necesita y debe aprender a ser el guardián de su propia salud", decía el mismo Pámies hace unos años. Esta frase resume el relato con el Josep Pàmies se pasea por muchos de los grandes medios nacionales: el del agricultor frente al complejo farmacéutico. "La gente debe ser desobediente a la imposición de los fármacos", defendía en la misma entrevista.

Su grupo "Dulce Revolución" se dedica al cultivo y a la promoción de plantas prohibidas que, según explican, tienen grandes propiedades curativas. Defienden el uso de la stevia rebaudiana como un tratamiento para la diabetes (sin evidencia) y promovían el MMS (distintos derivados químicos del cloro) pese a su prohibición por su alta peligrosidad.

Pàmies según la ciencia

El blog de Josep Pàmies, sus entrevistas en prensa y sus vídeos en youtube son un catálogo de casi todos las pseudomedicinas que existen en la actualidad: los mismo descubrimos un post sobre la técnica de Buteyko, una pseudoterapia para los problemas respiratorios que no goza de apoyo empírico de ningún tipo, que defiende las milagrosas propiedades las plantas medicinales contra la radiación.

Pero lamentablemente no queda ahí. En sus textos podemos encontrar ideas mucho más peligrosas. En "El timo de la Hepatitis C" se pueden leer cosas como que "el virus de la Hepatitis C no ha sido aún aislado" o que, por eso mismo, "nos encontramos pues con las mismas dudas que con el Virus del SIDA, aún hoy no aislado". Ambas afirmaciones son falsas, pero sirven como justificación de la supuesta conspiración médico-farmacéutica y ponen en bandeja la idea de que "la hepatitis c se cura casi gratis".

Defensor de que el ébola es fácilmente curable con cloro y plantas autóctonas o de que las plantas medicinales dejan en entredicho a la quimioterapia. Aunque no haya ninguna evidencia de que la kalanchoe tenga algún tipo de efectividad en pacientes con cáncer. Y, en plena polémica por la primera muerte en España por difteria en 30 años, se dedicaba a promover el movimiento antivacunas y defender la utilidad de sus compuestos para acabar con la enfermedad.

A esto suma el negacionismo del cambio climático o la defensa de los chemtrails y sus derivados quimiofóbicos. Me apresuro a indicar que el cambio climático es un hecho bien establecido, los chemtrails no existen y las nuevas hipersensibilidades quimioeléctricas no son enfermedades reconocidas.

¿Qué hace a Pàmies especial?

Dulce Revolucion

La infraestructura. Quiero decir, internet está lleno de páginas que promueven, difunden y comercializan pseudoterapias y pseudomedicinas, pero Pàmies es distinto. Su capacidad para llegar a los medios, para organizar actividades por todo el país y para comercializar los productos de promueve mientras intenta desacreditar las terapias científicamente avaladas es muy superior a la media. Por eso es polémico, porque su éxito y su capacidad operativa.

Es posible que Pàimes y su movimiento sean uno de los grupos pseudocientíficos con más repercusión

Y como hemos visto sus ideas no son inocuas: es uno de los enemigos (autodeclarados) de la medicina moderna más conocidos y con más repercusión que existen hoy por hoy. Y un entusiasta defensor de todas las teorías y conspiraciones que vayan contra la línea de flotación de los consensos científicos actuales.

De hecho, hace unos pocos días, un juzgado de Balaguer lo ha acusado de delitos contra la salud pública por tratar "curar la epilepsia y la esclerosis múltiple con cannabis". Algo que, como hemos visto hace poco, no está avalado científicamente. ¿Será condenado? No lo sabemos, en España tenemos una larga tradición de impunidad en lo que a curanderos, videntes y magos se refiere. Una traición que solo en los últimos años ha empezado a cambiar.

Imágenes | ARP-SAPC, Ecologistas en acción

No lo llames "Premio Nobel", llámalo "Cómo los suecos están dinamitando la ciencia actual"

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Esta semana es la semana de los Nobel. El premio más prestigioso del mundo, un espectáculo brutal que pone a todos los medios a hablar sobre algunos de los descubrimientos científicos más importantes del mundo. Durante una semana, las televisiones discuten sobre máquinas moleculares y los periódicos dedican páginas enteras a explicar qué diablos son las fases topológicas de la materia.

Prestigio, dinero, alfombras rojas: a medio camino entre la fanfarria y el reconocimiento, los Nobel se han vendido como una de las grandes herramientas para acercar la ciencia y a la sociedad. Pero eso, que pudo ser cierto en algún momento, puede que ya no lo sea. Al contrario, cada vez hay más expertos que consideran que el Nobel se ha convertido en una enorme carga para la ciencia y, de paso, para las sociedades contemporáneas. ¿Está el Nobel dinamitando la ciencia actual?

Nobel: entre el lavado de imagen y la comunicación científica

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La historia de los Nobel es bien conocida. En 1888, un periódico francés dio a Alfred Nobel por muerto. En realidad, el que había muerto era su hermano, Ludvig, pero eso no impidió al periódico titular por todo lo alto: "El Doctor Alfred Nobel, que se hizo rico encontrando formas de matar personas más rápido que nunca antes, murió ayer".

Claro, Nobel se quedó helado. Era alguien conocido, pero no popular. Nunca había sido el alma de la fiesta y, de hecho, era conocido por ser algo así como un ermitaño. La idea de que fuera recordado como un "mercader de la muerte" lo atormentaría durante años. Y, como consecuencia, puso en marcha una gigantesca campaña mitad filantropía, mitad lavado de imagen.

El hecho de que una persona que había hecho fortuna inventando y comercializando la dinamita dedicara su dinero a crear un premio de la Paz era ya de por sí una noticia. Pese a la rumorología, los tres premios de ciencias se entregaron a las ciencias que estaban creando sensación en aquel momento (y estamos hablando de finales del XIX).

Desde entonces, y dotado con el equivalente a 20 años de un científico medio, el Nobel se convirtió en el Nobel. Lo explicaba Nick Stockton en Wired, todos los premios del mundo quieren ser el premio Nobel. El Turing, el Pritzker y el Vautrin Lud son, respectivamente, el Nobel de la informática, la arquitectura y la geografía. La medalla Fields y el premio Abel compiten mano a mano para ver quién puede reivindicarse como el nobel de las matemáticas.

La ciencia no se parece en nada a lo que era en 1901

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Como decía, la química, la física y la medicina era las ciencias que partían la pana a finales del XIX. El resto eran un constante e incipiente meh: La geología no llegó a ser algo guay hasta 1915, cuando Wegener propuso la teoría de la deriva continental y la psicología era una birria. En 1890, William James publicó 'Principios de Psicología', hacía un 'rato' que Wundt había creado el primer laboratorio en Alemania y bueno, daba sus primeros pasos. Pero Pavlov, al que todo el mundo conoce por el condicionamiento clásico, ganó el Nobel por sus descubrimientos de la fisiología del estómago.

La biología tampoco era una ciencia demasiado potente: la síntesis entre evolución y genética no se haría hasta dos o tres décadas después; la ecología era aún un sueño que empezaba a tomar forma en algunos conservacionistas y la etología no tomaría forma hasta los años treinta. Pero, bueno, la biología tuvo suerte en que la 'fisiología' entraba dentro del "Nobel de Medicina (o fisiología)". Es más, escoge una ciencia: la economía, la informática, las ciencias políticas, la climatología... ninguna eran en aquel momento lo que después ha sido.

Arbor Scientiae

Y claro, el Nobel tiene problemas para adaptarse a la ciencia actual. Hay científicos brillantes como el agrónomo Norman Borlaug, el padre de la revolución verde que ha salvado millones de vidas, que han tenido que ganar el Nobel de la Paz. De la Paz. Como explicaba Gabriel Popkin, exactamente lo mismo pasó con el IPCC, la institución que, pese a sus deslices y escándalos, más ha hecho por el cambio climático.

En 2009, diez ganadores del premio publicaron una carta abierta en la que pedían a la Fundación Nobel que reconociera nuevas disciplinas aunque fuera siguiendo el modelo que se escogió para el Nobel de Economía. La Fundación dijo que para qué. La carta abierta decía que, de no abrirse a la multitud de ciencias contemporáneas, el Nobel estaría comprometido. Y es tentador coincidir con ellos, pero las externalidades que originan los premios no se solucionarían tan fácilmente.

Un nobel entra en una cafetería...

Cern Aerial View Vista aérea del CERN donde trabajan permanentemente más de 2500 personas

Porque los premios Nobel no solo fallan en incluir la totalidad de las ciencias actuales, sino también en representar la naturaleza de la investigación actual. Los descubrimientos de hoy en día rara vez pueden adjudicarse a una sola persona.

Si no pudo reconocer a todos los descubridores de la penicilina en 1945 (Heatley se quedó fuera), ¿Cómo podría reconocer el descubrimiento de las Ondas Gravitacionales en el que han colaborado más de mil personas o el Proyecto del Genoma Humano cuyo principal artículo tiene más de 2900 autores? Los premios, con su insistencia innecesaria en premiar figuras concretas, está desnaturalizando la verdadera esencia de la ciencia de hoy en día.

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Y, por otro lado, el Nobel se ha convertido en una forma de señalizar 'jarrones chinos' e investir de autoridad a hombres que, por la naturaleza actual de la investigación, son superexpertos en temas muy concretos. Es hora de admitirlo, es una máquina de crear 'argumentos de autoridad'.

Algo que, en teoría, va contra todo lo que creemos que es la ciencia. ¿Qué más da que más de cien nobel escriban una carta diciendo que Greenpeace está cometiendo "crímenes contra la humanidad"? ¿O que treinta le expliquen a Trump no sé qué del cambio climático? Es más, ¿Qué más da que 10 ganadores del Nobel le dijeran a la Fundación que concede los premios que había que actualizarlos? ¿Cuánto vale la opinión de un experto mundial en un campo que no es estrictamente de su especialidad?

La idealización desmesurada de estas figuras no sólo atenta contra la naturaleza profunda de la ciencia (que renuncia por principio a los argumentos de autoridad), sino que la pone en peligro porque los hace depositarios de su prestigio y, en último término, representantes de ella.

No parece recomendable ceder el control del reconocimiento científico a una oscura comisión sueca que solo explica sus deliberaciones 50 años después de cada premio. Y nos guste o no, eso es exactamente lo que hacen los Nobel. Necesitamos mejores formas de conectar la ciencia y la sociedad. Y las necesitamos pronto.

Soy hombre y sí, yo también sé fingir orgasmos

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Es ridículo. Un hombre no puede fingir un orgasmo. Punto. No puede por una cuestión física: orgasmo y eyaculación van de la mano. Se ve. Pero es que, aunque pudieran, ¿por qué iban a hacerlo? Quiero decir, los hombres son hormonas con piernas, viven para eso ¿en qué planeta iba un hombre como Dios manda a fingir una cosa así? ¿No?

Y, sin embargo, una cuarta parte de los hombres lo han hecho alguna vez. El mundo de los orgasmos fingidos, como casi todo lo relacionado con la comunicación y el sexo, es un gran desconocido. Pero está ahí y va siendo hora de que empecemos a ser conscientes de que sí, los hombres también fingen. Creo. Eso me han dicho.

Los hombres son de Marte; las mujeres, de Venus; y, en fin, todos fingen como bellacos

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Y digo también porque normalmente creemos que sólo fingen las mujeres. No es verdad: por ejemplo, una investigación de la Universidad de Kansas reveló en 2010 que en torno al 25% de los hombres habían fingido un orgasmo. Hay quien da cifras incluso mayores: en 2002, Richard Herring explicaba en su libro 'Talking cock' que la cifra era mayor, el 34%.

Eso no quiere decir que las mujeres no lo hagan. Al contrario, acuerdo con lo que solemos pensar, lo hacen más que los hombres. Según los datos que tenemos, al menos la mitad de las mujeres fingen orgasmos.

Por qué fingir un orgasmo

En general, los motivos son claros: se hace por evitar una consecuencia negativa (por ej. dañar los sentimientos de la pareja) o conseguir algo positivo (por ej. dar placer a la pareja). En general, las investigaciones sugieren que las personas fingen los orgasmos como una estrategia de retención de la pareja.

Según el estudio de la Universidad de Kansas, el 58% de los hombres explicaba que la razón fundamental por la que fingían orgasmos era no dañar a su pareja sexual cuando se daban cuenta de que no iban a llegar al orgasmo fue por el motivo que fuera (cansancio, el estrés, el alcohol u otro consumo de drogas). Las mujeres suelen responder tres motivos fundamentales: mejorar la experiencia de su pareja, engañar o manipularla y esconder el desinterés sexual.

En los hombres, la idea de "lo que debe ser un hombre" acaba provocando que la ansiedad por no llegar supere a la ansiedad por llegar demasiado pronto. En las mujeres, el miedo a dañar la autoestima de la pareja (y la sombra de una sexualidad mal entendida) juega un papel clave. Cambian las formas de expresarlo, pero el fondo es muy muy parecido. Si observamos las investigaciones un poco de lejos, vemos que centrarnos en la cuestión de género oculta una parte muy importante del problema.

La comunicación está sobre valorada

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Hugo Mialon estudió los problemas de la comunicación durante el sexo. Os va a parecer retórica, pero al final el sexo no deja de ser un proceso comunicativo. La coordinación es necesaria, pero no siempre es posible y arrastra problemas "estructurales" que hacen de los orgasmos fingidos una estrategia racional.

Mialon combinó dos ideas sencillas (la facilidad para fingir sin ser descubierto y la variabilidad del deseo sexual a lo largo de la vida) y descubrió cosas interesantes sobre las diferencias entre hombres y mujeres a la hora de engañar a sus parejas. Según su modelo, cuanto más mayor era un hombre, mayor era la probabilidad de que fingiera un orgasmo. Al contrario, en el caso de la mujer no es así: las mujeres más jóvenes y las más mayores eran las que más fingían con el pico de 'sinceridad' alrededor de los 30 años.

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Según este investigador, el 66% de los hombres creen que sus parejas saben que fingen orgasmos frente a un 25% de las mujeres. La realidad es un poco distinta. Los estudios muestran que los seres humanos somos realmente buenos evaluando el estado de excitación de nuestra pareja.

Esto tiene una consecuencia lógica totalmente contraintuitiva: aunque por lo que explican los propios fingidores, "simular orgasmos" es una estrategia para no decir la verdad, lo cierto es que sin pretenderlo estamos comunicando exactamente lo que no queríamos comunicar. Al final del día, fingir es otra forma más en la que hablan las parejas.

Siempre volvemos al amor

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Pero quizá su hallazgo más interesante es que el amor incrementaba la probabilidad de que acabemos fingiendo. No debía de ser así si nos guiamos por la idea tradicional de que las relaciones que no se comunican bien terminan disolviéndose. Lo que pasa es que esa idea no se corresponde con los datos que tenemos.

Lo hemos explicado otras veces, el amor no deja de ser una conversación entre dos personas. Mialon define formalmente el amor como una mezcla entre altruismo y voluntad por estar juntos. Y parece que los orgasmos fingidos emergen como una estrategia exitosa en el seno de la pareja.

Hay un detalle que puede ayudarnos a entenderlo mejor. En terapia de pareja, se suele realizar un ejercicio. Se le pide a cada miembro que, sin hablar con su pareja, piensen cosas que pueden cambiar de su forma de ser para que el otro esté más cómodo. Christensen y Jacobson demostraron que, aunque las cosas que elegían fueran irrelevantes para la otra persona, la relación mejoraba. Lo importante, en este caso, era la voluntad por cuidar al otro. Exactamente lo que encontraba Mialon. Así que, ¡qué diablos!, si hay que fingir, fingid. Fingid mucho, muy fuerte, con sus Jesucristos y todo. No hace mal a (casi) nadie.

Imágenes | JD Hancock, Chris Potter, Tina Franklin

Los huertos urbanos son un peligro para la salud pública. O nos los tomamos en serio o tendremos un problema

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Cerca de casa han puesto seis huertos urbanos distintos porque cuando nos da por algo, nos da. En los últimos años, no hay ciudad que se precie que no tenga un sistema de huertos urbanos. Y es normal, porque es muy buena idea: una combinación casi perfecta de espacios verdes, actividades comunitarias y educación alimentaria.

El problema es casi todo lo demás: en plena fiebre hortofrutícola, hemos olvidado que la agricultura urbana tiene retos que comprometen seriamente la seguridad alimentaria de sus cultivos. Y que, si no nos tomamos en serio este problema, nos encontraremos promocionando tóxicos sabrosos, ecológicos y de proximidad.

Reverdecer las ciudades

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Según Gregorio Ballesteros, en España durante la última década se ha pasado de los 2.492 huertos urbanos de 2006 a los 15.243 de 2014. El terreno dedicado se ha multiplicado por siete (hasta superar el millón y medio de metros cuadrados) y más de 200 ciudades cuentan con instalaciones de este tipo.

Pero, en realidad, el fenómeno ha explotado por todo el mundo. Países tan culturalmente distintos como Estados Unidos, Japón o Cuba se han sumado a lo que podríamos llamar el 'boom' de la agricultura urbana. Las razones que se suelen esgrimir para explicar el fenómeno son viejas conocidas: la confluencia de la crisis económica que ha impulsado estas iniciativas frente a otros tipos de ocio o actividades municipales y una mayor sensibilización social hacia los problemas medioambientales y de consumo.

Los peligros de los huertos urbanos

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Hace unos años, Estados Unidos vivió una polémica que ilustra muy bien los problemas y los peligros que pueden entrañar los huertos urbanos. Ryan Kuck, director de Greengrow, una granja urbana situada desde la década de los ochenta en la zona industrial de Filadelfia, explicó que sus dos gemelos recién nacidos tenían unos elevados niveles de plomo en sangre producto del consumo de frutas y verduras de su propio huerto.

El plomo, por ejemplo, es especialmente perjudicial en niños. En altas concentraciones puede tener un efecto muy dañino en el sistema nervioso y puede causar retrasos mentales, trastornos en el desarrollo o problemas de conducta. Pero como explica la OMS, en realidad, no se conoce unos niveles seguros de plomo ni para niños ni para adultos: casi en cualquier concentración tiene efectos perjudiciales sobre un montón de sistemas y partes del cuerpo.

Como el mismo Kuck reconoció, "estaba preocupado, pero no sorprendido". El uso de la tierra en las áreas urbanas cambia constantemente con los ciclos y el desarrollo del metabolismo de la ciudad. Un ejemplo claro es el del plomo: durante décadas millones de coches usaron combustibles con plomo, millares de edificios se pintaron con pinturas con plomo. ¡Claro que el suelo de las ciudades está contaminado! ¡Claro que la contaminación está en el ambiente!

Y, por si fuera poco, las plantas que usamos en horticultura tienen la propiedad de acumular elementos y compuestos potencialmente tóxicos como metales pesados o derivados del uso de hidrocarburos.

"La ensalada perfecta"

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Es decir, estamos poniendo 'acumuladores' de tóxicos en un suelo contaminado. Porque, como denunciaba Andrés Rodríguez, la moda de los huertos urbanos está haciendo que se instalen huertos a ciegas. Es decir, sin analizar si las condiciones del terreno son adecuadas para el cultivo (y, posterior, consumo) o no los son.

Como explica Rodríguez, que precisamente investiga la contaminación por plomo en suelos urbanos, pese a su potencial pedagógico y de ocio, hoy por hoy, la mayor parte de huertos urbanos son "un riesgo ecológico totalmente innecesario". Y sanitario, añado yo. Las investigaciones científicas que se han realizado sobre el asunto lo avalan.

Natural ≠ seguro

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Hace unos meses discutíamos sobre si los alimentos que podíamos encontrar en los supermercados estaban envenenados. El asunto, con el altavoz de los medios de comunicación, se convirtió en una polémica bastante importante. Una polémica vacía porque los alimentos que entran en el 'circuito alimentario' están muy controlados.

No pasa eso con las frutas y las verduras que podemos encontrar en un huerto urbano. De hecho, resulta paradójico que sea la búsqueda de alimentos más sanos lo que nos ha llevado a alimentos sin ningún tipo de control, cultivados en terrenos contaminados y que ponen en riesgo la salud de los que las consumen.

Y no estamos hablando de teorías, los análisis que se han llevado a cabo en huertos urbanos de Madrid, como incidía Rodríguez, son claro: los terrenos no son seguros. Y nada justifica continuar con los proyectos de expansión de los mismos sin unas mínimas garantías de seguridad.

No es sólo eso. Los datos son tan preocupantes que, de hecho, parece recomendable que el mismo movimiento de huertos urbanos se ponga en marcha y reivindique la seguridad alimentaria como una de sus ideas centrales. Sería una pena que uno de los movimientos de dinamización comunitaria más exitosos de los últimos años se perdiera por problemas sanitarios.

Imágenes | Walter Lim, jetsandzeppelins


Así es como la industria ganadera está contribuyendo a dos de los principales males de la humanidad

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Vacas

La última vez que pregunté cuál era el animal más peligroso del mundo, las respuestas fueron bastante divertidas. Algunos me dijeron que el velociraptor, olvidando que, en fin, vivimos en el siglo XXI. Otros me dijeron que el mosquito o algún tipo de bacteria (si es que a esto se le puede llamar animal) y hubo uno, incluso, que me dijo que el animal más peligroso era Messi en la final de la Champion Leage. Pero no.

Como siempre pasa, el animal más peligroso del mundo es el que menos nos esperaríamos. Los dos mayores retos a los que se va a enfrentar la humanidad en el próximo siglo, el cambio climático y el fin de los antibióticos, tienen como aliado a la industria ganadera y muy especialmente a las vacas, malditas y monísimas vacas.

Donde nace el cambio climático

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El mundo tiene más de mil quinientos millones de vacas. Las cifras bailan, porque cada día que pasa somos mejores midiendo los gases invernadero y averiguando de donde vienen, pero al menos el 14,5% de todos los que se emiten cada año son producidos por el ganado.

La mayoría, por tamaño y por número, se deben a las vacas. En realidad, no podemos decir que estrictamente sea culpa de ellas. La hierba, la base de su alimentación, es algo difícil de digerir. El elaboradísimo proceso de digestión con el que el ganado tiene la desgracia de convivir produce muchas cosas, pero una especialmente preocupante: el metano.

Y creedme, no somos capaces de hacernos una idea de la magnitud del problema. Cuando hablamos de gases invernadero solemos hablar del dióxido de carbono, pero lo cierto es que el CO2 es para aficionados. El metano es unas 30 veces más peligroso para el cambio climático que el dióxido, es el segundo gas más importante del efecto invernadero y, según los modelos de los que disponemos, ha sido el causante de una quinta parte del calentamiento global.

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Ahí juegan un papel fundamental los pantanos, los hidrocarburos y sí, el ganado. Afortunadamente, hay algunos métodos para resolver el entuerto. Algunos investigadores están intentando crear tipos de hierbas más ecológicas y fáciles de digerir, pero los estudios que se han realizado sobre el control de la dieta de los bovinos nos dicen que ni siquiera hace falta eso. Cosas tan sencillas como añadir algas al menú hacen que la cantidad de metano expulsado se reduzca dramáticamente.

Eso no quiere decir que las vacas, que la industria ganadera en general, vayan a dejar de ser un problema. Ni mucho menos. Pero, al menos, hay una salida factible. Algo que no podemos decir del otro gran problema vacuno.

Donde nacen las superbacterias

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Un escocés, que llamaremos así al azar, Alexander Fleming, se encuentra en un placa de Petri algo que no debería estar ahí. No sólo hay un hongo, sino que ese hongo se ha cargado todas las colonias de Staphylococcus aureus que había en el cultivo.

Así descubrimos la penicilina. Años más tarde, cuando vinieron los del nobel, el mismo Fleming atribuiría a una ventana abierta la feliz contaminación de la placa de Staphylococcus. Era mentira. La verdad es que Fleming era tremendamente desordenado y, una cosa llevó a la otra, ese fue el día en que descubrimos la penicilina.

En su discurso de recepción del premio Nobel, sir Alexander Fleming nos avisó del peligro de las resistencias. Si usábamos mal los antibióticos, las bacterias aprenderían a vencerlos y, entonces, el mundo que habíamos creado (un mundo donde la gente no moría de un sencillo corte o un simple resfriado) desaparecería para siempre.

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Digamos que no hay nada menos flemingiano que un ganadero. El problema es que todos los seres vivos, y no sólo los seres humanos, nos vemos afectados por enfermedades infecciosas. También los animales de la industria ganadera. De hecho, para ellos es una cuestión muy importante. Animal muerto es animal perdido (y, en el caso de enfermedades infecciosas, estamos hablando de perder muchísimos).

Por eso, ante la duda, la industria lo tuvo claro: medicarlos como si no hubiera un mañana. Y este uso brutal de los antibióticos está resultando ser el mayor entrenamiento para superbacterias del mundo. Ahí, pastando en las praderas de medio mundo o estabuladas mientras comen pienso, viven las bacterias que, más tarde o más temprano, nos devolverán al siglo XIX.

Sin soluciones a la vista

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Personalmente, estoy convencido de que el veganismo es el futuro. En el futuro, es la clave. Yo no lo soy; es más, la simple idea de dejar de comer carne me da repelús. Pero hay fuertes mecanismos psicológicos y sociales que sugieren que a medida que la sociedad se aleja del sector primario, el veganismo ganará fuerza. No obstante, hoy por hoy y siendo generosos, eliminar la carne de la dieta sólo soluciona los problemas de conciencia.

La dimensión del problema de la industria ganadera actual hace que sólo pueda controlarse con políticas internacionales, controles sanitarios y estándares climáticos muy estrictos. Pero por ahora, hablamos de un problema que no existe porque nadie le presta la atención que merece. Aunque cuesten miles de millones de dólares o maten a millones de personas.

No hace falta decir que esta no es una historia de vacas asesinas, sino de cómo hemos permitido que la industria ganadera se convierta en un arma contra nosotros mismos. Otra vez. Pobres vacas.

No, el oso polar que acaricia al perro no le está mostrando afecto. Sólo se lo quiere comer

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Perro Oso

Es posible que durante el fin de semana hayáis visto este vídeo en el que un oso polar juega y acaricia a un perro en Churchill, la ciudad canadiense conocida, con razón, como la "capital mundial de los osos polares". Es una cucada. Como decía un comentarista, describiendo perfectamente lo que muchos hemos pensado,: "tenemos la suerte de haber visto con nuestros propios ojos como animales de todos los tipos son capaces de amar".

En un mundo como el actual en el que más de 12.000 personas quieren reunirse juntas para llorar, la naturaleza nos da una lección de cómo la amistad puede transcender especies y cómo animales tan distintos como un oso y un perro pueden ser compañeros de juegos. Al menos, mientras haya comida. Si no, bueno, donde dije perro, digo almuerzo.

"Por qué no ser amigos, estar unidos"

Ocurrió en Manitoba hace un par de semanas, Brian Ladoon estaba en casa cuando decidió echarle un vistazo a su perro y, para su sorpresa descubrió que un gigantesco oso polar estaba acercándose a él. "No tenía ni idea de lo que iba a pasar, pero de repente se puso a acariciar al perro y actuó como si fuera un amigo", explicó Ladoon.

Y claro, el vídeo se volvió viral. No sólo era una extraordinaria campaña de marketing para Churchill, un pueblo de 900 habitantes que fundamentalmente basa su economía en el turismo de 'avistamiento' de osos polares; sino que la historia tenía todo lo que le hace falta a una buena novela: tensión, un poco de miedo, "un gran corazón" y un final feliz.

El problema de pensar que lo animales son algo más que animales

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Pero unos días después, la realidad vino a fastidiarnos el titular. "Alguien se olvidó de alimentar a los osos" y uno de ellos se comió a uno de los perros. Con amigos así, ¿quién quiere enemigos?

Según parece, en esta época del año los empresarios de la zona mantienen comederos y animales en semilibertad para atraer a los osos (y con ellos, a los turistas). Esto hace que los agentes de medioambiente tengan que retirar osos de forma reiterada y devolverlos a la reserva cuando la cosa se descontrola.

Es decir, sí, todo forma parte de una sui generis estrategia de comunicación, pero el problema no es ese. Ese es más bien un síntoma que aprovecha la tendencia que tenemos a 'antropomorfizar' a los animales, a tratar de entender su comportamiento como si fueran humanos. De esta forma, adjudicamos donde antes veíamos 'amor', 'amistad' y 'buen corazón', ahora que sabemos la verdad sólo podemos penar en la crueldad del oso. Y, lo miremos cómo lo miremos, esto no tiene ningún sentido.

No, no es Disney

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Aunque se ha puesto de moda la idea de Disney y el resto de dibujos animados han creado una generación 'animalista', lo cierto es que la 'antropomorfización' ha sido una tendencia tremendamente útil a lo largo de toda la historia de la humanidad. No sólo ayudó de forma esencial a la domesticación de animales, sino que se ha revelado un mecanismo esencial para defendernos de los depredadores.

Pero, hoy por hoy, los procesos de antropomorfización son más un problema que una ayuda. Tratar de comprender moralmente la conducta de los animales solo puede conducirnos a exponernos exponernos a peligros innecesarios, sobre todo cuando se trata de grandes depredadores "siendo monos".

Además, supone un problema extra en los esfuerzos de conservación y cuidado del medioambiente. Los animales son animales y, como decía el filósofo alemán, hay que pedirles "a cada uno según sus capacidades" y darles "a cada uno, según sus necesidades". Todo lo demás, pasa por convertir a cada ser vivo del planeta en una mascota: algo que no podemos hacer si cambiar, de forma radical, su naturaleza.

Cuando los machos desarrollan genitales más largos las hembras responden con cerebros más grandes

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Magnet

La guerra más antigua del mundo comenzó hace más tiempo del que podemos recordar: justo cuando empezó la reproducción sexual. Porque sí, la guerra de los sexos existe (¡vaya, que si existe!) y atraviesa especies, ecosistemas u líneas temporales.

Hasta hace poco, si cogíamos a un experto y le pedíamos que nos hablara de algún ritual de apareamiento, lo más probable es que lo pintara como un affaire armonioso que ayudaba a machos y hembras a coordinar sus "apetitos sexuales". Y un jamón. En realidad, especie tras especie, el sexo es un conflicto de intereses tan brutal que inició una 'carrera armamentística' sin parangón que, en fin, nos ha traído hasta donde estamos.

El conflicto sexual como constante en la evolución

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En concreto, el acoso masculino es un ejemplo clásico de cómo el conflicto sexual impulsa adaptaciones específicas en el comportamiento de las hembras. Al fin y al cabo, las grandes perjudicadas de una violación siempre son las mujeres. En consonancia, y miremos casi cualquier especie que miremos, podemos ver cómo la conducta de las hembras trata de evitar que el acoso masculino tenga éxito.

Lo sabíamos de la conducta, pero hasta ahora no se había investigado directamente qué papel tenía el conflicto sexual en la evolución de cerebro. Gracias a Pablo Malo, nos enteramos de que un equipo de investigación de Suecia y Australia ha descubierto, manipulado artificialmente el tamaño de los genitales de los peces macho, que esto afecta al cerebro de las hembras, 'haciéndolo' más grande.

El tamaño sí importa

Gambusia Holbrooki

Algunos peces tienen lo que conocemos como 'gonopodio'. Una aleta anal modificada que por su movilidad permite a los machos fertilizar a las hembras. En algunas especies puede llegar a ser desproporcionadamente grande y, como podéis imaginar, la longitud del gonopodio está relacionada con la capacidad de los machos para fertilizar a las hembras sin, digamos, su consentimiento.

El experimento ha consistido en ir seleccionando poblaciones de un pez, el Gambusia holbrooki. En una población se dejaban sólo peces con gonopodios más largos y en otra con los más cortos. Con ese 'patrimonio genético' ya seleccionado se dejaba a las poblaciones que evolucionaran por su cuenta.

Por analogía con el hecho de que las especies de presa suelen tener cerebros relativamente más grandes que sus depredadores, los investigadores pensaban que, como respuesta evolutiva a los grandes gonopodios, las hembras acabarían teniendo cerebros más grandes, pero los machos no. Así fue; algo que no ocurría en las poblaciones de menor tamaño.

Estos hallazgos sugieren que existe una relación positiva entre el tamaño del gonopodio de los machos y el tamaño del cerebro de las hembras. Posiblemente, explican los investigadores, esta relación está ligada al aumento de la capacidad cognitiva de la hembra para evitar la coerción masculina.

O igual no importa tanto

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Los autores, coincidiendo con prácticamente toda la comunidad biológica y etológica, creen que el conflicto sexual es un factor importante en la evolución de la anatomía del cerebro y en la capacidad cognitiva. Y es importante subrayar dos cosas: una, que no tiene por qué ser así (es decir, no caigamos en la falacia naturalista) y, dos, que hablamos de conflicto sexual sea cual sea su forma.

Este tipo de experimentos nos ayudan a estudiar mecanismos y tradeoff evolutivos. Pero si queremos usarlos en términos comparativos tenemos que sustraernos del asunto concreto. Por ejemplo, en el caso del ser humano, el tamaño del pene no es, per se, un factor que facilite el éxito de una violación. La fuerza física sí; la mezquindad moral también; pero el tamaño del pene (siempre y cuando se mantenga en los límites de lo razonable) no.

En cada especie el conflicto sexual tiene una dimensión muy distinta (y no siempre se parece al de las pobres poblaciones de Gambusia holbrooki), pero este tipo de estudios nos dan una idea muy clara no sólo de la existencia de dicho conflicto, sino de su impacto real en la vida (y hasta en la anatomía) de las hembras.

Imágenes | Wapster, renee_mcgurk

Papá Noel NO son los padres: una defensa psicológica de la fantasía (y del desengaño)

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paris

Como no podemos dejar de odiar ni un segundo, esta semana le ha tocado a Santa Claus. Bajo la idea de que "creer en Papá Noel afecta a la relación entre padres e hijos", un par de psicólogos, la revista Lancet y bastantes medios de comunicación se han lanzado a señalar que "la moralidad de hacer que los niños crean en mitos debe cuestionarse".

Como Papá Noel es un tipo con clase y no suele defenderse (todo lo más habrá anotado a los dos psicólogos en la lista de niños malos), hemos decidido ver qué ha hecho Santa Claus para merecer esto. Si crees en Papá Noel, ya te aviso de que este post contiene spoilers.

¿Debemos matar a Papá Noel?

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Aunque se vende como que "un estudio de 'Lancet Psychiatry' argumenta en contra de la fantasía", en realidad se trata de un pequeño ensayo con muy poco apoyo empírico. Parece que, si ha obtenido eco, es porque la polémica es recurrente. Sólo hay que tirar de hemeroteca para darnos cuenta de que esta cuestión se discute casi todos los años.

Supongo que la razón es que existe cierta tensión entre las exigencias modernas de transparencia (como las denomina el psicólogo Marino Pérez) y la cultura navideña general. Y sí, "cultura navideña general" me parece una forma sensata de definirlo porque como dice Manuel Ansede, "Santa Claus es la mayor mentira colectiva del planeta".

Christopher Boyle y Kathy McKay, los autores del ensayo de Lancet Psychiatry, citan un trabajo de unos de los principales defensores de que los niños no son tan crédulos como pensamos: "un factor particularmente potente es el apoyo cultural, el testimonio de los padres, la provisión de evidencias a favor de la existencia (ej., el dinero encontrado bajo la almohada), los rituales (ej., dejar leche y galletas para Santa) y en general todos esos comportamientos que pueden hacer que los niños acallen todas las dudas que originalmente pudieron tener",

Es decir que, si Santa Claus fueran solo los padres, los niños tardarían "muy poco tiempo" en darse cuenta del engaño. En realidad, ni Santa Claus, ni los Reyes Magos, ni el Olentzero son los padres, somos todos en mayor o menor medida. Se trata de una práctica cultural gigantesca. Así que la pregunta es de alcance social: ¿Por qué habríamos de cambiar esa cultura general? Por los niños, responden Boyle y McKay, por la relación entre padres e hijos.

¿Cómo afecta la mentira a la relación padres-hijos?

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Christopher Boyle y Kathy McKay llevan razón en que la imagen que tenemos de los niños como crédulos incorregibles es muy aventurada. Al contrario, “los niños son, en muchos casos, escépticos, aunque con frecuencia equivocadamente" (Woolley y Ghossainy, 2013). Y si llegan a creer en los Reyes Magos, Santa Claus o el ratoncito Pérez es porque los adultos dedicamos una buena cantidad de tiempo a crear esas mentiras para ellos.

Tirando de este hilo, Boyle y McKay se ponen en la piel de los niños y se preguntan: “Si los adultos han estado mintiendo sobre Santa, aunque haya sido de manera bienintencionada, ¿qué más es mentira? Si Santa no es real, ¿las hadas son reales? ¿Es real la magia? ¿Existe Dios?”. De ahí se llega a decir que puede afectar a la relación entre padres e hijos y que la única justificación es, sencillamente, que des esta forma los padres (¡los padres!) se sienten mejor. Y, oye, a falta de datos que lo respalden, puede ser.

Pero Santa siempre tiene un As bajo la manga

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Puede ser, pero sinceramente creo que se apresuran en cerrar el tema. El punto central del trabajo de Woolley y Ghossainy que toman como referencia es que ese escepticismo natural parece estar relacionado con la poca madurez de las habilidades metacognitivas de los niños: no pueden evaluar el alcance y la relevancia del conocimiento propio, ni percibir en qué medida las fuentes de información son buenas o malas.

Por lo que sabemos sobre cómo facilitar ese desarrollo metacognitivo, por ejemplo en Deanna Kuhn (2000), necesitamos crear situaciones en las que los niños evalúen no sólo sus propias creencias sino que sean capaces de "percibir y manejar las formas en las que están siendo manipulados por fuentes externas".

Más importante que el engaño, podría ser el desengaño mismo

I Want To Believe

O sea, que el argumento general a favor de Santa no rota sobre una defensa de la fantasía (algo que no tiene nada que ver con el gordinflón navideño), sino, precisamente, sobre que los procesos de desencanto podrían ser más valiosos que la mentira en sí. Y, de esta forma, servir de herramientas culturales en el desarrollo de esas capacidades psicológicas que son importantes en el futuro.

No cabe duda de que los niños tienen muchas oportunidades de desarrollar estas habilidades y de desconfiar de los padres. Nada parece indicar que haya riesgo de que no hablarles de los Reyes o de algún tipo de ser mitológico les afecte de alguna manera.

Pero tampoco parece razonable desechar estos procesos culturales a la ligera y en ningún caso hay argumentos para que, como sociedad, decidamos abandonar esta "mentira colectiva". No obstante, todos sabemos que contar o no contar la verdad no deja de ser una cuestión personal y en temas con tan poca investigación detrás no debemos disfrazar nuestras opiniones y juicios de valor de evidencia científica. Así que no nos hagan demasiado caso y hagan lo que crean que es mejor.

El viaje más alucinante del mundo es uno que todos hemos hecho

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In Situ Hybridisation On Chicken Embryo

Sí, como suena. El viaje más alucinante del mundo es el que lleva a una simple célula a convertirse en un organismo complejísimo capaz de escribir La Eneida, rodar Interstellar o crear una maravilla musical como "Borriquito como tú". Esa es una magia que los seres humanos llevamos tratando de comprender desde el principio de los tiempos.

Ahora, la Universidad de Ámsterdam ha creado un atlas 3D que nos muestra el desarrollo humano con un detalle sin precedentes. Desde el día 15 de gestación, cuando el embrión mide 0,43 milímetros hasta el segundo mes cuando con 30 milímetros está ya bastante bien formado, podemos ver y explorar en vivo cada fase del desarrollo. ¿Listos? Acción

El atlas 3D más preciso del desarrollo embrionario

En este post hemos rescatado algunas imágenes, pero si queréis profundizar en ellas, podéis entrar en la página del proyecto. Y merece la pena porque hablamos del trabajo de 75 personas analizando las 15.000 muestras que conservan en la Colección Carnegie en Estados Unidos.

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Cada sección, órgano y estructura anatómica ha tenido que ser etiquetada cuidadosamente para elaborar el atlas y eso que de algunos embriones se estudiaban hasta mil secciones. Parece una labor un tanto absurda, lo reconozco. Pero en realidad, trabajos de este tipo nos ayudan a mejorar de una manera muy significativa nuestro conocimiento del desarrollo humano.

En principio, por las limitaciones legales y bioéticas, los investigadores pueden hacer crecer embriones hasta los 14 días sin fines reproductivos. Así que, desde ese momento y hasta que son los suficientemente grandes para estudiarlos con otras técnicas, teníamos que utilizar modelos animales de ratón o de pollo. Proyectos de este tipo nos dan una perspectiva envidiable.

Así trabaja la cigüeña

De cada fase hemos seleccionado tres imágenes: la primera nos permite hacernos una idea del tamaño del embrión comparado con una mano normal; la segunda nos da una visión general de la forma y el estado de desarrollo; y con la tercera destacamos alguna de las cosas más llamativas de cada fase.

Entre 15 ó 17 días después de la concepción

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Entre 19 y 21 días después

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Snip 20161203190445 Detalle del sistema cardiovascular

Entre 28 y 32 días después

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Snip 20161203193432 Detalle del corazón

Entre 42 y 44 días después

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Snip 20161203193830 Sistema cardiovascular

Entre 56 y 60 días después

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Snip 20161203194300 Detalle del sistema digestivo
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